Esta tarde he pasado leyendo y corrigiendo el comentario escrito de un amigo a la novela última de Milton Hatoum, Cinzas do norte (Companhia de Letras, São Paulo 2005). Bueno, en verdad no fue un texto sino que fueron dos: el original escrito por mi amigo en alemán, su lengua materna, y la versión en castellano traducida (o reescrita) por él mismo. Más allá de la admiración que me causó su destreza con una lengua ajena, pensé a ratos, en los tramos difíciles, que, antes que corregir ese comentario, habría sido mejor traducirlo del original directamente. Pero ni modo, hicé lo que debí y ahora el trabajo ha quedado hecho (acabo de remitirlo) y, pese a ello, o consecuentemente, me he puesto intranquilo pues me atraparon de pronto las ganas de leer cuanto antes la novela al que se refiere el comentario de marras.
Hace más de una década, un lunes a inicios de octubre, desayuné con Milton Hatoum (Manaos 1952) en un hotel del centro de Zürich. Quería entrevistarlo. Él estaba de paso por la ciudad, venía de Francfort, de presentar la versión alemana de su entonces primera novela, Relato de un cierto oriente, publicada por la prestigiosa editorial Suhrkamp. Entonces, apenas sabía yo algo de la literatura de Brasil. De los narradores, conocía a Machado de Asís, Guimaraes Rosa, Jorge Amado y ese duro y magnífico escritor de relatos, Ruben Fonseca, autor de Feliz cumpleaños y la novela El gran arte. De sus narradoras a Clarice Lispector y Nélida Piñon. Un puñado en verdad exiguo si uno quiere hacerse una idea de las realidades múltiples que conforman el vasto Brasil. Con la poesía me pasaba algo parecido: salvo los poemas de unos pocos de sus poetas, de Cabral de Melo Neto, de Ferreira Gullar, autor del legendario Poema sucio, y Haroldo de Campos (cuyo poema Galaxias lo tradujo a nuestra lengua el ecuatoriano Paco Benavides), nada sabía.
Durante ese desayuno hablamos de los autores del Boon latinoamericano, Rabelais y Rulfo, de Juan Montalvo y Euclides da Cunha, autor de ese clásico brasileño, Los Sertones, libro en el que se basó Vargas Llosa para escribir su Guerra del fin del mundo. Antes de despedirme de Milton, intercambiamos direcciones y le desee un buen viaje de retorno a su país. La entrevista planeada se transformó en diálogo y, a decir verdad, se malogró. Sin embargo, salí del hotel de buen ánimo, me perdí por las callecillas del casco viejo de la ciudad, repasando la conversación y la buena impresión que me causó este brasileño que estudió alguna vez arquitectura y literatura, primero en su país, luego en Madrid y París. Salí con vivas referencias de unos pocos nombres que luego me serían familiares, como el de Raduan Nassar, por ejemplo —el Rulfo brasileño, como lo llama Hatoum—, autor de Labor arcaica (1975), una novela breve (publicada hace más de dos decadas en la vieja Alfaguara, esa de portadas plomo-moradas) u Osman Lins, autor de Avalovara.
Con tres novelas hasta la fecha, Milton Hatoum es uno de los escritores brasileños vivos más importantes de su país. Pero, en otro sentido, es también uno de esos escritores cuyos libros corretean por lenguas diversas, con destinos incomparables entre sí; paradógicos, en verdad: pues, mientras en lengua germana, sin ser un best seller, es un autor de reconocido prestigio (su dos novelas anteriores, las publicó Suhrkamp Verlag, primero en pasta dura, luego en ediciones de bolsillo), como lo es en Francia —donde las ha publicado Seuil, conocida casa editorial—, un poco menos en el mundo de lengua inglesa (lo publica Bloomsbury), en nuestra lengua es apenas conocido; o peor aún, es un desconocido célebre a pesar de los esfuerzos hechos por Akal, su casa editora que ha publicado hasta ahora Relato de un cierto oriente e Historia de dos hermanos.
Es obvio que el tamaño que una casa editorial tiene en el mercado influye directamente en el conocimiento que puede procurar o no a sus lectores sobre una obra o un autor. Desde el punto de vista comercial, ello es irrebatible; sin embargo, sabemos también que este condicionante, cuando se trata de una buena obra, puede quebrase y dejar de ser un impedimento para llegar a oídos de algún lector atento. Quisiera pensar que es esto lo que sucede con la obra de Hatoum en lengua hispana, y que en cualquier momento, ésta llegará a un par de críticos solventes cuya voz se deja escuchar mejor en el ámbito de nuestra lengua y nos persuade con buenas armas. Quisiera pensar esto último, pero me viene a mientes una frase de Octavio Paz escrita hace más de tres décadas, en Puertas al campo: en Latinoamerica, la lengua castellana da las espaldas a sus vecinos brasileños; vivimos de espaldas a una realidad que también nos contiene. A la inversa no.
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Textos de Milton Hatoum
El continente de la literatura brasileña
La travesía del lenguaje, Pasión y delirio en Clarice Lispector
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3 comentarios:
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Fonseca nunca escribio un texto titulado Feliz Cumpleanos. ojo.
otra cosa: Rabelais como un autor del boom latinoamericano????
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