20.4.08

Inquisición contemporánea

Soy uno de los lectores del diario alemán Frankfurter Allgemeine Zeitung; preferentemente, de su versión impresa; sin embargo, a veces, cuando por alguna razón no me es posible echarle una hojeada a la edición de papel del día, cuyas páginas se despliegan en un formato que mucho se asemeja al de las sábanas, visito luego su versión digital. Como sucede con todos los periódicos en la actualidad, también en éste la versión electrónica, sin alterar los contenidos de la impresa, pero aprovechando las posibilidades que brinda la red, suma a su oferta de lectura productos de interés sólo posibles de ser expuestos en la web, como son el video, los diagramas interactivos o las selecciones de fotografías especialísimas que de otra forma, pasarían ignoradas.

El FAZ, que es como también se conoce a este medio, es el periódico de la derecha alemana ilustrada. Las páginas que dedica a la información y el análisis financiero de los mercados locales y globales son de lo mejor entre la prensa escrita en general. De similar calidad es su oferta sobre el mundo de las artes y la literatura, del deporte, los medios y una variedad de temáticas que, si no diaria, si semanalmente acogen sus páginas.

En estos días, en la versión electrónica del diario ha llamado mi atención la difusión de unas placas de señalización que reproducen, en su transparente neutralidad, el comportamiento y los medios violentos a los que recurre la Central Intelligence Agency (CIA) para realizar su trabajo.

Del Manual de la Inquisición Moderna, se titula la entrada que el diario alemán dedica a esos métodos. Los presenta y comenta brevemente Friedrick Schmidt. Una nota introductoria señala lo siguiente:
Para unos es tortura, para otros un método innovativo de indagación, necesario para salvar el mundo —al menos su parte norteamericana. Les mostramos que medidas utiliza la CIA en sus interrogatorios.

Queda dispuesto el link a la página del FAZ donde se puede revisar la lista completa de estas placas ilustradas de aleccionamiento.

(Por si alguien se interesa por ver estos métodos en acción, con tomas de calidad, una actuación de lo más convincente delineada por un guíon trepidante, deberá ver la serie "24" con Kiefer Sutherland. Si uno empieza a ver la serie, no podrá parar. He visto las cinco temporadas y acabo de empezar la sexta. A esta serie televisiva hay que pararle mucho ojo, no sólo por el entretenimiento que depara si no por la polémica que sus contenidos causaron en la opinión pública de los USA, en lo referente a la tortura como medio necesario para obtener información.

Pero si alguién desdeña esta entretenida serie televisiva y desea algo más próximo, en una locación más a la mano, conocida o reconocible, vale la pena leer un análisis que publicase hace poco Horacio Verbitsky en Pagina 12, a propósito de la incursión del ejercito colombiano en territorio ecuatoriano; hay allí un orden de cosas donde se cruzan las inteligencias y las contra-inteligencias más unas demanadas para la región que vale la pena contrastar con las luces posibles.)

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Whatever It Takes : Es el análisis más extenso y sesudo que se ha escrito sobre la serie televisiva "24" y las implicaciones que ella ha tenido y tiene en la política más reciente de los USA. Se publicó el año pasado en el New Yorker y lo firma Jane Mayer.

14.4.08

Vásconez revisited

Vinieron por primera vez a Quito en 2004. En cuerpo y alma de tinta.

Para quienes siguen con atención las formas como los escritores van imaginando el mundo y descubriéndonos nuevos ángulos para percibirlo y asumirlo, esa fue una visita grata, pero sobre todo inesperada. No sólo para los vecinos ecuatorianos que constataron el hecho: también para todos aquellos que se interesan por el discurrir de la creación literaria y su mix-creativo. Sí se lo piensa de nuevo, ese gesto, el de la invitación, incluso ahora, a casi cuatro años de ese arribo, resulta inimaginable.

Pues no es nada común juntar a un tiempo y en un mismo paisaje a cinco personalidades diversas, intrincadas, contradictorias como apasionantes, que, de normal, quizá por la apropiación y abusos universitarios cometidos con sus obras, parecían haberse alejado ya del mundo mortal donde se traman y tranzan las pasiones y afanes de las gentes, y haberse asentado a gusto en las enciclopedias, los manuales de estudio y la irreprochable admiración de los lectores de varias generaciones.

Cinco fueron los viajeros que llegaron a Quito en 2004: Conrad, Kafka, Colette, Faulkner y Navokov. Los convidó Javier Vásconez; fue él el de la idea y el que se encargó de contactarlos y convencerlos para que fueran a pasear sus destinos por tierras ecuatoriales. Él les diseñó un plan para su recorrido por la ciudad y se encargó así mismo de ponerles en contacto con sus pares ecuatorianos y sus admiradores. Un libro de relatos, “Invitados de honor”, da testimonio fictivo de esa célebre visita.

Los ejemplares de ese singular testimonio están agotados. En estos días sale al mercado una nueva edición del libro. Los invitados de Váscones, los mismos cinco de hace cuatro años, están por tanto de vuelta, a visitar a su autor en la ciudad enclavada en los Andes.


El martes 15, de abril, a las 19.00 horas, en la casa matriz de Libri-Mundi (en calle Juan León Mera), Javier Vásconez dialogará con los periodistas Juan Carlos Moya (de Diario Hoy) y Gonzalo Maldonado (de El Comercio) sobre este libro Invitados de honor que acaba de ser reeditado.
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Cecilia Ansaldo Invitados de honor en una ciudad andina
Christopher Domínguez sobre Invitados de honor
Rafael Conte (en Babelia de El Pais) El viajero de Quito

13.4.08

Marco Núñez Duque

Tenía 21 años cuando murió. De muerte nada natural. Su cuerpo sin vida lo encontró la policía días después de su fallecimiento. Era abril, un abril de hace veinte años. A orillas del río Machangara, en las cercanías de Quito, a la intemperie, desnudo, picoteado por los pájaros —mirlos, tórtolas y quindes, seguramente.

Oficialmente, la muerte de Marco Núñez Duque no ha sido esclarecida hasta la fecha de hoy. Desapareció el 13 de abril de 1988. Marco había salido de su casa unos días antes, para no regresar. Cuando nos enteramos de su ausencia sin pistas y empezamos a indagar sobre su paradero, sus amigos nos imaginamos de antemano lo peor. En ese tiempo, en el trecho que va de 1984 a 1988, imaginar cosas terribles era relativamente fácil. El ambiente político del país era propicio para pensar lo fatal o ser abrazados por la fatalidad. Una de las características del gobierno del Ing. León Febres Cordero (1931), que gobernó al Ecuador en esos años, fue el uso de la violencia y la mano dura contra toda persona u organismo que se le opusiera. Las palabras valían entonces casi nada. Tener ideas humanistas era peligroso; tenerlas con contenidos opuestos a quien gobernaba el país, era mortal (Pero también, tener mala suerte podía ser mortal: ser confundido con una persona mal querida por el gobierno, dar una mala impresión política, despertar una sospecha o una antipatía en un agente de policía malhumorado, ser o parecer respondón podía ser un signo apocalíptico).

Fue en esos años que apareció el grupo armado “Alfaro Vive Carajo”, el AVC —que hoy, por lo que sé, está integrado al debate democrático ecuatoriano como fuerza política—. Fue en esos años que varios de sus integrantes y cabecillas fueron aniquilados por las fuerzas del gobierno y que algunas personas que nada tuvieron que ver con ellos u otras fuerzas opositoras al régimen, desaparecieron sin dejar rastro hasta la fecha o aparecieron luego muertas por la mera mala suerte (¡en un sistema democrático!) de parecerse a alguien que no debían o haber levantado sospechas desagradables en agentes que jamas se dieron el trabajo de verificar esas sospechas.

Puesto que no ha sido aún explicada la muerte de Marco Núñez Duque, es factible imaginar su desaparición como un astro caído entre esas macabras y azarosas coordenadas. Desde luego que podemos imaginarnos aún otras dos posibilidades: la una, que busca al culpable de la muerte de Marco entre asesinos corrientes, en uno o varios de esos que matan por robarle el dinero a alguién o porque sí, sin más. La otra posibilidad, poco natural desde luego e increible, se vuelve contra los pájaros, como en el dicho, los pájaros contra las escopetas, las aves como criminales.

Marco no era miembro del AVC ni de ningún otro grupo de la izquierda activa que se opusiera al gobierno de entonces. Marco era poeta, a caballo entre el artista y el loco de veras —hay en ese cruce de pasiones un tramo incierto, nebuloso por el que se filtra imperceptiblemente la enfermedad. Poco diestro con las palabras y sus leyes, sí lo fue en cambio para imaginar mundos y representaciones de la realidad. Proyectaba en el orden habitual de cosas versiones que contradecían ese orden y en las cuales, digamos que por licencia poética, Marco solía instalarse a gusto para hablarnos desde allí; un punto de vista privilegiado ciertamente, como el de quien ejecuta una performance y logra con ella poner al espectador en interrogación. Marco podía hacer las dos cosas sin encontrar diferencia alguna en esos roles: ser el público y ser el ejecutor de la performance, ir y venir de un rol a otro con la mayor naturalidad del mundo. Era en esos lapsos, que podrían ser también lapsus, que la Poesía, valiéndose de las alocuciones y representaciones de Marco, se dejaba ver y nos mostraba, a su modesto público, su silenciosa síntesis.

Marco fue un enamorado que soñó con el amor y lo anheló profundamente pero no llegó a palparlo. Lo arrancaron de la vida muy joven, no tuvo tiempo para hacerse con los ritos y las trampas necesarias de las que nos valemos los más para procurarnos de su calor, para atraerlo hasta nosotros. Marco no pudo desarrollar su voz ni dar forma acabada a las obsesiones que le atenazaron. Lo desaparecieron, sin más.

Han pasado 20 años. Los amigos que entonces fuimos un grupo, el Matapiojo, que vivió y bebió de la poesía a tiempo completo, se deshizo poco después. Al grupo nos unía entonces la literatura en todo su espectro. Sin que ella dejase de sernos a cada uno algo personalísimo, la considerabamos sin embargo como un bien común con posibilidades excepcionales, a las que sólo era posible acceder por el filtro de la amistad. Palabras, historias, cigarrillos, cafés y muchas cervezas, aquí y allá. Ella era entonces "nuestro pasamontañas", el santo y ceña para circular por los días de Quito, para adentrarnos en sus calles y sus historias como en un territorio inexplorado que debía ser descifrado y contado. Fuimos amigos entonces. Seguimos siéndolo aún, pero a diferencia de entonces, nuestra conversación tiende ahora al monólogo pues apenas tenemos la oportunidad de conversar. Supongo sin embargo, que en este día, en al menos uno de sus minutos, los Matapiojos y los amigos todos que conocieron a Marco, vamos a coincidir en su recuerdo, y pensarlo pensándonos.

Marco Núñez en los libros y escritos de los amigos

Marco no público en vida texto alguno. Sus escritos, que por lo general solía llevarlo consigo en una abultada carpeta, los rescató por suerte Diego Velasco, quien además fue el que les dotó del orden con el que aparecerían después bajo el nombre de "Entre Bakunin y Jackelin en blue jeans", título de uno de los cuentos que contiene este tomo, pero ante todo, parodia al de la novela del escritor ecuatoriano Jorge Enrique Adoum "Entre Marx y una mujer desnuda".

Pero la presencia de Marco, la de su fantasma, planea también en varios de los poeamas y libros acometidos por los amigos después de su muerte. Así por ejemplo, rota continuamente por entre los versos alterados de Celebriedad, libro escrito por Edwin Madrid en 1991. En otra forma, su voz es tomada como epigrafe introductorio a la novela "La alcoba de los patojos", publicada por Pablo Yépez Maldonado en 1993: Prefiero estar loco que cuerdo de remate, reza la cita introductoria.

6.4.08

De plátanos y mangos

La revista alemana art-magazin del mes de abril está ya en los quioscos. Por regla, esta publicación trata en sus páginas no sólo temas referentes a la escena artística en lengua alemana. La perspectiva de su ojo es global y, puesto que es una revista de difusión artística, da cavida en sus interiores no sólo a críticos y académicos, sino también a aquellos que, desde sus particularísimos intereses conforman el nicho artístico en la sociedad, a saber: galeristas, periodistas especializados, críticos, curadores (independientes y dependientes), directores de museos, profesores de arte, coleccionistas y, con aparente énfasis, los personajes que proveen la materia prima que alimenta el negocio, los artistas. (De un tiempo a esta parte puede incluirse en este enumerado también a inversores natos).

Esta revista mensual, antes de pasar a sus temas de fondo, suele ofrecer en sus primeras páginas un abrebocas compuesto por guiños, referencias, fotos, recuerdos, constaciones, contradicciones, listas breves de asusntos insospechados y noticias fugaces del mundo artístico, a veces impagables, por una sencilla razón: cada uno de esos golpecitos al ojo, en su liviandad y encanto, son por lo general referencias a otros mundos que, si uno les presta atención debida e indaga en sus referencias, no dejaran de deparar al curioso una merecida sorpresa.

El número de abril anticipa los nombres, temas y lugares involucrados en la joven Bienal de Berlín (No. 5) que inicia a mediados de este mes. En sus páginas de inicio, la de cocentrados varios, viene algo que llama mi atención, la referencia a un proyecto artístico ejecutado hace poco en New York, con bananos, bananas o platanos transportados a lo mejor desde Ecuador o algún otro país del centro o sur del continente.

"Self-confidence Produces Fine Results" se llama la instalación montada hace poco por Stefan Sagmeistern en la sala de la galería Deitch Projects ubicada en esa ciudad.

Me hizo sonreir la idea de Sagmeistern y, bueno, asentir con la leyenda tramada con platanos verdes, que amarillaron progresivamente; al menos para él, pensé, por los resultados mediáticos cosechados, la conciencia de su propio valor le ha producido resultados.

Caminos del arte, ideas tan alagadoras como locas que se montan, filman, fotografian, documentan y pudren antes de volverse memoria ... u olvido. ¿O es que ese amarillo natural desplegado con mucha paciencia es una metáfora de lo que está sucediendo no sólo en el territorio artístico sino en casi todas las fascetas de la vida donde los medios reinan ... o no?

Los platanos dispuestos como ladrillos me ha hecho recordar no sólo a las bodegas obscuras dónde se suele guardar y dejar madurar cabezas de platanos verdes en las ciudades de la sierra ecuatorial, sino también a los trabajos que se le asemejan, cuyo resorte principal es el mismo o, en todo caso, le es muy cercano y había contemplado y olido antes.

Un trabajo visto a finales de 2004, en la muestra que la Colección Daros Latinoamerica de Zúrich, dedicara a Colombia, Cantos Cuentos Colombianos, en el que se mostró una obra de José Alejandro Restrepo cuya conservación, al menos de una parte de ella, era en verdad imposible: Canto de muerte se llamaba la instalación en la que, en una cámara semi-obscura, pendían del techo cabezas de platano y de estas, de su cogollo, una diminuta pantalla apenas perceptible de diez por quince cuya cristal proyector apuntaba al suelo donde un espejo, igual de diminuto, reproducía las imagenes proyectadas de una sucesión de cuadros de personas llenas de vida más la voz de un canto que recordaba que esas personas habían sido aessinadas en las regiones donde se siembra y se cocechan los frutos de esta planta en Colombia, que son las que han sido azotadas en gran parte por la guerrilla colombiana o sus impugnadores armados, los paras o el mismo ejercito. El olor dulzón progresivo de los bananos que empezaban a descomponerse, debían sugerir el olor de la muerte. Si no me hubiese alertado una amiga de esa implicación, habría seguido pensando en la mera descomposición, ... de la vida ... mientras se vive.

De otro trabajo, en el que la naturaleza y sus olores progresivos, formaron parte, me queda un recuerdo poco común. No pudé visitar a tiempo a la muestra Hortus conclusos, en Cuenca, Ecuador, en agosto de 2007, curateada por Cristóbal Zapata. Cuando llegúe a la Galería Proceso, que es dónde se llevó a cabo ese montaje artístico creado por María José Argenzio, sólo pude ver los registros fotográficos y, oh situaciones, el desmontaje de la obra, las partes dispersas de los árboles de mango, los mangos envueltos en yute que, si no visible, hacían olible su proceso de descomposición.

¿Qué va quedando de las visiones artísticas? Por lo pronto, no sólo el impacto de sus propuestas visuales sino también el mal olor paralelo a la estetización del mundo. Valen las metáforas perturbadoras que el arte nos provee para ir madurano en el día a día.

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Hortus conclusos, texto de Cristóbal Zapata sobre la obra de María José Argenzio

Un abrazo ecuatoriano-mexicano

Por mero equilibrio es necesario contraponer pesos – para no dar un mal paso. Las relaciones diplomáticas de Ecuador y México están rotas de...