22.7.07

Foto de viaje: JF Velasco

Hasta este día (domingo 12 de agosto) he estado fuera de casa, dando vueltas con mujer e hijos por algunos sitios de los USA y el Ecuador. Llegamos de nuevo a casa hace cinco horas, con maletas robustas de ropa por lavar y una cantidad de libros, revistas y periódicos cuya lectura espero ponerla al día cuanto antes. Hemos visitado a familiares y amigos y, como lo supuse al inicio, me ha sido imposible encontrarme con amigos y familiares que me habría gustado saludarlos.

Me fui sin avisar, ruego me pasen por alto esa manera abrupta de marcharse - y también esta de volver como si nada hubiese pasado.

He hecho muchas fotos en este viaje. Una de ellas, que la subí al blog el 22 de julio pero la deje colgada en la trastienda por falta de texto (por ello la fecha equívoca de esta entrada), la tomé en Manhattan, en el dédalo de Times Square.

Me llamó la atención encontrame entre la tumultuosa oferta publicitaria que literalemnte baña de imágenes gigantes las paredes de ese entorno newyorkino, una que alertaba de la presencia del cantante quiteño Juan Fernando Velasco para el día 11 de agosto (para ayer noche; en la foto queda un 1 fuera de mi lente).

No sé cómo habrá resultado su concierto. En todo caso me alegró saber que no sólo son ecuatorianas las personas que valoran su trabajo interpretativo y creativo.

Tengo otras fotos de viaje provistas por el azar. Pero debo aún revisarlas antes de compartirlas.

11.7.07

Gómez de la Serna y los ecuatorianos

Ramón Gómez de la Serna no es un tema que atraiga las luces de estación o despierte el interés de editores y lectores alertas a las tendencias. No, su obra no está más para esos trotes, ella, por lo que es, va por los años sin prisas ni risas forzadas; va a paso de clásico, discurriendo con sigilo, como un río que apenas deja sentir su caudal y serpentea a capricho por la memoria, por el cuerpo de la lengua toda, indagándo sus márgenes, oxigenandose en su discurrir, poniéndo a prueba los ramales y brazos que se le juntan y le van naciendo.

¿Cuándo es que leímos por primera vez a Gómez de la Serna? ¿Qué fue lo qué leímos? ¿Por qué? A lo mejor fue La Nardo, en la edición de bolsillo de Bruguera, o un par de dispersas Greguerías alojadas en alguna revista, o la biografía breve de Oscar Wilde o la de Baudelaire, la del Greco, la de Lope de Vega o la de Rubén Darío que me la regaló y dedicó un amigo querido que ya no está más entre los vivos. La memoria confunde esas referencias esparcidas por el camino, esas lecturas instintivas, conversadas con los amigos, distorsionadas por la pasión y el abuso de los vocablos, ordenadas luego de a poco por la admiración (por la propia y la ajena).

Pero no se las olvida, e incluso si uno no trabaja activamente con esas lecturas, creo que de alguna manera el inconciente no deja de proyectar su sombra en las labores que nos ocupa en el presente.

No hace mucho, por casualidad, mientras buscaba en mi biblioteca un tomo de Lichtenberg, me salió al paso la edición Total de Greguerías publicadas por Aguilar hacia 1962 (no es mera coincidencia que en busca del alemán haya dado con el español; los dos son, como se diría, del mismo barrio). Repasé entonces, con ese suave júbilo que uno siente al coincidir luego de años con un viejo amigo, esa colección y fusión de metáforas que podrían ser disparatadas si no se detuvieran matemáticamente antes de dar el paso en falso y volverse fatuos absurdos. Pero uno nunca sabe. Gómez de la Serna, al menos en un punto, nos autoriza a no saberlo: "Nunca se sabe qué cosa es greguería..." nos lo rememora, o quizá define, curandose de paso en sano.

Y recuerda:

Si te conoces demasiado a ti mismo, dejarás de saludarte.

Golf: juego para ratones que se han vuelto ricos.

Cuando por los altavoces anuncian que se ha perdido un niño, siempre pienso que ese niño soy yo.

Los tornillos son clavos peinados con la raya al medio.


Me he detenido en este autor por una razón. Hace un par de semans recibí referencias de una revista que editán periódicamente los “Ramonianos” de Madrid —en papel y byts. Entre los trabajos varios que contiene el “Boletín Ramón” Nr. 13, consta un trabajo de Gustavo Salazar sobre Benjamín Carrión y el escritor español. El artículo no se detiene en la relación amistosa de estos dos escritores: indaga la época y restituye los contextos y materiales que fueron afincando esa relación amistosa, recuerda además, para placer nuestro, a los personajes que coinciden entonces en sus preocupaciones literarias con los dos personajes, o se sienten atraídos por su influencia: Gonzalo Escudero, Jorge Carrera Andrade, el dadaísta ecuatoriano Hugo Mayo (¿o fue surrealista?), los autores Jorge Fernández, Humberto Salvador, Pablo Palacio. Hay una valiosa inclusión, central en el artículo, la de César E. Arroyo, una figura que a muchos nada dice pero que sin embargo, por lo que el autor me comentaba hace dos años en Madrid y hace poco al teléfono, es mucho más importante de lo que podría suponerse.

Dispongo el Link respectivo al Boletín Ramón N. 13 . Allí habrá que ir a la página 48.


Gustavo Salazar, quiteño, es investigador literario, el bibliógrafo por exelencia, literalmente, un ratón de biblioteca; es quien puso en orden la biblioteca del Centro Cultural Benjamín Carrión, y no por casualidad es quiza el especialista más destacado en la obra de autor lojano (de Loja del Ecuador) y el que más ha escrito al respecto. Sus libros, los publicados en el Ecuador y México, sin que apenas nadie se diese cuenta, consta desde hace años ya en los catálogos de la British Library y The Library of Congress. Los resultados de sus pesquizas literarias, que se despliegan en territorios completamente olvidados por la crítica, estan exaustivamente documentadas y tienen una extraña virtud, poco frecuente en trabajos de ese tipo: alterar los mapas literarios vigentes, las rutas de estudio establecidas.

Un abrazo ecuatoriano-mexicano

Por mero equilibrio es necesario contraponer pesos – para no dar un mal paso. Las relaciones diplomáticas de Ecuador y México están rotas de...