21.6.06

Ecuador

Se llama así el círculo perpendicular al eje de la Tierra en el cual los días tienen la misma duración que las noches durante todo el año. La palabra Ecuador proviene del latín aequus (igual) y éste del verbo aequare (igualar).
En latín, Aequator, -oris era el nombre de un aparato que se utilizaba para verificar el peso de las monedas, así como la calidad del metal de que estaban hechas.
También tomó este nombre el país del Pacífico sudamericano situado sobre esta línea, independizado de la Gran Colombia en 1830.


Esta definición, como la de otras palabras, la recibí este día en mi casilla electrónica. Si les interesa, pueden suscribirse a la palabra del día, un gratísimo servicio de la Página del idioma español

5.6.06

En Berlín con curadores

El pasado mayo, del 18 al 22, visité la capital alemana. Volví a ella a los dos años, pero esta vez con una agenda de actividades a llevar a cabo y no de grato mambo como las veces anteriores.

Perfilar una perspectiva in situ de la escena artística berlinesa fue el motivo que nos trasladó a esta ciudad a los que realizamos el posgrado de Curaduría en arte contemporaneo en la Scool of Art and Design Zürich.

Varios elementos sui generis articulan la escena berlinesa, en la que por igual y desde distintos flancos, escritores, músicos, cineastas, artistas plásticos y de toda la rama de contemporaneos, trabajan y discuten sus propuestas y las hacen públicas utilizando las más insospechadas maneras formales y alternativas. Ciudad prototipo, en verdad, un laboratorio de maquinaciones para la creación, producción, expresíon y difusión de obras de toda índole que danzan la danza de la creación y ejecución de proyectos. Habrá que añadir sin embargo una sospecha (con prejuicio, sin fundamentos): un laboratorio que quizá corre el riezgo de ser neutralizado —porque, como la luz, cuando es demasiada, no deja ver, aquí, la cantidad de artistas y creación impide que haya mentes que pueden abarcar en profundidad todo ese espectro creativo.

Nuestra visita de estudio tuvo varios capítulos.

I

En la noche del viernes 19 de mayo planeamos sobre un tema que habíamos tratado antes en clase desde distintos flancos, El arte en espacios comerciales. En el Atrium de los cines Arsenal —en Posdamerplatz, el símbolo arquitectónico de la nueva Berlín, ese hermoso y frío conjunto de cimetrías y cemento, de cristal salpicado de luces y logos de multinacionales—, Florian Zeyfang nos introdujo en las posibilidades que las actividades artísticas pueden emprender trabajando en asociación con capitales privados. No dejó de abordar los delicados límites a los que este tipo de relación puede conducir, o, en el otro sentido, la mala interpretación que a priori podría hacerse de ellos. Cómo puede imaginarse, es está una delicada sutura de intereses cuyos propósitos, no siempre apuntaran en la misma dirección. Se cerró la noche con un performance de Daria Martin trenzado por un film en 81/2, la lectura de unos textos que su abuela escribió mientras huía de los nazis, encontrados luego de su muerte, y los acordes suspensos de un acordeón: The wedding will not take place (2006, 24’).

II

A la mañana siguiente, en el Sparwasser HQ, en Berlín Mitte, un punto de encuentro de curadores y artistas que dirige una antigua profesora nuestra, Lisa Nellemann, que, por lo que he podido constatar, su presencia es vital entre artistas europeos. Allí, Alexander Koch, crítico y editor berlinés, nos hizo un detallado recuento de lo sucedido en la escena artística de la ciudad en la última década, del espacio citadino en sí luego de la caída del muro, los problemas económicos de la ciudad —literalmente en quiebra— y la parte positiva de esta sombra (es la ciudad más barata de Europa, y de Alemania, la más distendida), de las ramificaciones concebidas entre creadores y entre éstos y el mercado, de proyectos curatoriales, curadores, galeristas y galerías inventadas en este lapso, de los ciclos económicos en este mercado y de los clientes y coleccionistas de arte que en creciente número visitan esta ciudad en sus recorridos periódicos.

Este repaso fue un oportuno abrebocas a una interesantísima y extenuante jornada que, siempre bajo la guía de Alexander, nos llevaría a lo largo de ese día a visitar siete galerías cuyos modelos constitutivos, uno muy distinto de otro, nos serían expuestos y explicados por sus mismos propietarios o administradores. Al paso vale destacar, a pesar de que la idea no es nueva, esa figura organisativa creada para la creación y la venta de obras: La Galería de Productores, como es el caso de la Galerie AMERICA (a la que se le cayó del rótulo la A y la CA —quizá a propósito) creada por diez artistas, salidos todos de una misma universidad, para posicionar y vender su propia creación de forma directa, cosa que en los últimos seis años han conseguido pues gozan de momento de un nombre internacional al que con regularidad periódica asisten coleccionistas globalizados, sobre todo americanos, a hacerse de la obra que allí exponen únicamente estos diez cojurados. Amplio e interesante este tema en el que obras artísticas, posicionamiento, dinero y legitimización cruzan sus caminos. No es este el sitio para ahondar en tema tan interesante sin riezgo de perderme. Por ello, mejor me ciño a la agenda de recuento (que a estas alturas es ya de recuerdo).

III

El foco de nuestra visita a la capital alemana, tuvo lugar a la 16 horas, en la sede de la Cuarta Bienal de Arte Contemporaneo, el KW Institute for Contemporany Art, en el que Markus Müller, director de comunicación de la Bienal, nos hizo un recuento de las directrices seguidas por sus curadores en la organización del evento, las estratégias utilizadas para llegar al público y la recepción que el evento ha tenido entre la crítica y el público, provocativa esta vez por su polarización extrema: ha gustado y disgustado en partes iguales —para beneplácito de sus curadores y organizadores, digo yo, los reposados análisis de la indiferencia o el halago para referirse a este evento, han estado ausentes. Me detengo un poco en este evento.

Von Mäusen und Menschen / Of Mice and Men — De ratones y hombres, como el título de la novela que John Steinbeck publicará en 1937, es el que ha tomado esta Cuarta Bienal de Arte Contemporaneo de Berlín que cierra sus puertas este día cinco de junio.

¿Cuál ha sido esta vez el prósosito artístico de sus curadores?
Respondo con palabras del catálogo: “Mostrar la vida como una serie de traumas y al arte como un acertijo”.

¿Cuál ha sido la estrategia de la que se han valido para conseguir este propósito?
La de juntar obras de artistas que en gran parte reproducen atmósferas, o transparentan experiencias relacionadas al “miedo y (la) paranoya, la obscuridad impenetrable y un sentimiento amenazante de estar en suspenso”

Cierto, no hay que contradecir esta descripción hecha por sus tres curadores, Maurizio Cattelan, Massimiliano Gioni y Ali Subotnick que han juntado a setenta artistas hombres y mujeres y mostrado sus trabajos en doce sitios distintos ubicados todos a lo largo de una sóla calle, la Augustastrasse.

De estos doce puntos de exposición, la mayor parte podríamos considerar atípicos para exponer trabajos, instalaciones, videos, performances (¿cuáles serían los espacios títicos para mostrar obras de arte contemporaneo?). Así por ejemplo, la antigua escuela de muchachas judías, un descuidado bloque de cinco plantas en vistosas ruinas que en algunos casos, con su tremenda simbología, interfería más de la cuenta en la observación; o, a la inversa, han privilegiado de forma imponente la recepción de la algunos trabajos. O un container de lo más esencial dispuesto como un mini cine; una antigua caballeriza, una iglesia, un cementerio, un local llamado pomposamente Gagosian Gallery, Berlín, que parodia a la Gagosian de Nueva York, un símbolo comercial en el mercado del arte contemporaneo.

Estrafalario en un sentido, pero no con la lógica curatorial, ha sido la utilización de viviendas privadas —unas en la tercera o cuarta planta de antiguos edificios con apartamentos en los que la cuotidianidad ha desguido entre tanto su rumbo. Había que timbrar en el portal de la calle para acceder a estas viviendas—. ¿Pero qué se ha pretendido conseguir incorporando a los sitios de exibición estos emplazamientos no comunes? No lo sé, sin embrago puede que se haya querido reproducir la rutina de un artista en aprietos, una atmósfera de retiro, de apasible normalidad en la que se engendran proyectos artísticos “distintivos”, o transcurre la vida, en si misma distintiva, con la normalidad de un trolebus por las calles de Quito o las “aguas servidas” por las cañerías de cada ciudad. Puede que mi percepción, o mi apuro no me hayan hecho reparar en algún elemento clave posado en estos “apartamentos instalados” (no me pareció ésta una mala idea, sin embargo, allí algo no funcionó, o no fue pensado, por lo cual, como suele suceder con no pocas buenas ideas, aöl ser mal montadas, se trocan en guiño inconsecuentes, o bromas sin humor).

A Tino Sehgal no lo olvidarán con facilidad quienes vieron su performance en la Spiegelsaal, un antiguo y derruido salón de baile que deja ver aún su pasado esplendor: paredes altas semicubiertas con espejos incompletos y opacos, con flancos de colores sepias, obscuros de desidia y destiempo; en el techo, estucos con relieves resquebrajados, a su vera, casi en ángulo y lejanas al piso, unas vidrieras que dejan filtrar del exterior una tenue luz; en el medio de la sala, una pareja deja que sus cuerpos evolucionen movimientos sigilosos, calmos, que hablan con ese sitio y tensan en la memoria del espectador reminiscencias desconocidas, expandiendonos en el tiempo, involucrándonos en un tirual cuya naturaleza uno no alcanza a definir.

Podría detenerme en contemplaciones similares de obras y trabajos interesantes, desconcertantes o poco o nada cautivantes que se han mostrado en esta Bienal. Puesto que ya lo han hecho varios medios lo dejo de lado (dispongo para ello un par de links). Más interesante me resulta desempolvar un par de preguntas, rescartar otro de constatciones y, como las obras mismas que encadenadas al tiempo no dejan de interrogarlo, librar un par de hipótesis.

¿Cómo medir el éxito de un evento de esta naturaleza? Como en muchos otros, no hay manera de saberlo; o, no hay al menos parámetros fijos a partir de los cuales se pueda aplicar un juicio valorativo. Los elementos que entran en juego son varios y varían de ciudad en ciudad, como las obras que han hecho posible la atmósfera propuesta por sus curadores, lograda en este caso, gracias a los espacios dispuestos —imaginados antes, rescatados después—, en los que la interrogación que trae implicita la distinción de “ver arte”, al ser confrontada con tan fuerte simbología, se va rápidamente por los suelos.

De ratones y hombres” no me fascinó —lo cual me tranquiliza pues me dio tiempo para repasarla en calma—; me fascinaron algunos trabajos allí mostrados, otros “me dieron que pensar” o me sembraron de dudas. Pensar la disposición espacial me ha hecho sonreir con alegría: ha sido una satisfacción administrada a gotas, nacida del caminar por la Augustastrasse entre muestra y muestra pensando sin habermelo propuesto la historia de la ciudad, bordada por el esplendor y la tragedia. Caminándola, uno se da cuenta que no hay como olvidar sus demasiados pasados sin dejar de cotejarlos con sus presentes varios, sus espacios de convivencia y creación tejidos como un tapiz en el que numerosas culturas tejen la cotidianidad y perfilan el futuro.

Epílogo

No había estado las veces anteriores en dos sitios que me parecieron gratos, el uno para desayunar, el Café Nola en la Veteranenstrasse, el otro, para apurar copas de manera poco común y agradable, el Münzclub, un hermoso salón para socios hipotéticos que funciona fuera de la ley y es frecuentado por artistas y, como yo, admiradores de arte, en la Münzstrasse 23 (hay que timbrar en el portón para acceder a sus instalaciones).

Caminé en buena compañía muchas calles de Berlín Mitte y otras cercanas a la Prenzlauer Allee, que es donde está ubicado el atellier de Diego Gortaire, poeta y artista plástico quiteño afincado en Berlín desde hace más de un lustro —por varias razones, nuestro representante no oficial en esa ciudad: por ejemplo, en la colección de osos pintados por artistas del mundo del municipio de la ciudad, el que representa al Ecuador, lleva su firma; en otro sentido, es él regularmente el interlocutor ecuatoriano no oficial al que los medios de prensa alemana acuden cuando recavan opiniones que tengan que ver con el país. Por él me entero de algo que siempre he echado en falta en tierra helvética: un ciclo de cine ecuatoriano como el que se había llevado a cabo hasta la primera semana de mayo, al final de siete consecutivas —por cierto, con buena asistencia de compatriotas e indigenas berlineses o alemanes, en todo caso.

(p.s. este texto lo escribí el cinco, sin embargo, hasta ponerlo a punto he demorado seis, por ello lo hago público sólo ahora)

4.6.06

Los once del patíbulo

Un partido a muerte. Pero no es una metáfora. Se alude a la de veras, a la que quita la vida a nuestros cuerpos. Bueno, a los que nos gustan las historias, esta que trae Pagina12 el día de hoy, a propósito del reiterativo balón que calma nos quita, no dejará de sorprendernos. Les provoco la lectura con el inicio del texto que, en verdad, vale la pena leerlo

Para los que nos gusta el fútbol, todo partido tiene algo definitivo. Días antes del encuentro, no importa si lo esperamos como jugadores o como espectadores, la realidad empieza a precipitarse hacia el gran evento y cuando faltan pocas horas nada de lo que venga más tarde parece posible. Es una especie de fin de mundo, el momento del pitazo inicial, porque la pasión ordena que los partidos sean a muerte, que en todos uno deje las piernas, la garganta, la vida. Claro que los noventa minutos pasan, incluso los que deciden un campeonato internacional o un mundial, y la espera de siete días o cuatro años vuelve a tomar su curso. Pero esta búsqueda del partido absoluto, el partido que lo decidirá todo, no es simple expresión de una utopía inalcanzable, sino también una especie de tributo a un partido verdaderamente definitivo, un partido que fue literalmente a muerte, tal vez el más dramático de la historia.

Tuvo lugar durante la Segunda Guerra Mundial, entre un combinado del ejército nazi y el Dynamo Kiev de Ucrania. ... la historia continúa en este link

2.6.06

Handke y el premio Heine

Hace una semana me apenó no poder reseñar la noticia de la concesión del Premio Heinrich Heine a Peter Handke, el autor austriaco cuya posición proserbia incomoda desde hace una década a políticos e intelectuales de distintas tendencias. Justamente, hace cosa de un mes en Francia, esta incomodidad tomó una desafortunada expresión: su obra teatral, El juego de las preguntas, cuya puesta en escena en la Comedie Francaise de París iba a llevarse a cabo en febrero de 2007, fue retirada de la programación. No se hizo esperar la solidaridad de algunos de sus colegas ante ese acto de censura —comenté entonces el hecho con puntualidad. No comenté, sin embargo, lo que pasó luego: una más robusta fracción de artistas e intelectuales franceses hizo pública su solidaridad con Marcel Bozonnet, el director del teatro que decidió la retirarada de la obra de Handke de la programación al enterarse que éste había asistido a los funerales del ex-presidente Milosevic (dictador, asesino o criminal de guerra, que es como lo identifica en la prensa). Un hecho poco feliz ciertamente, y, desde luego, pintoresco por lo que dejaba ver: una gran confusión entre juiciosas opiniones que hierran quitando valor a “una obra artística”, cuyo nivel e importancia están fuera de cuestionamiento, por la posición política “no correcta” de su creador. Fantasmas que parecían haberse esfumado hace tiempo ya, esos que juzgan una obra a partir de la moral o moralidad de su autor, volvían a la mesa de discusión con un impulso digno de mejor suerte. Y en París, habrá que tomarlo en cuenta.

No leí más al respecto, me fui de viaje. Transcurrió entre tanto una semana.

La fría mañana del 21 de mayo, a la vera de la Invalidenstrasse de Berlín, en el Volkspark am Weinbergsweg, me quede un largo rato observando el bronce que la ciudad dedica a Heinrich Heine. Dí con él de casualidad, mientras me dirigía a una cita con colegas curadores en un restaurant cuya terrasa colinda con este parque. Al bronce en el que un joven Heine sonríe a perpetuidad le acompaña una cita que me recordó una que me acompaña desde hace tiempo, de Heidegger: nosotros no vamos hacia los pensamientos; ellos vienen a nosotros. Una rosa invisible dedique a ese bronce (la lectura de Noches florentinas cometida hace tantos años me topó con murmullos). Y seguí mi ruta, alerta a los pensamientos que tardaban en llegar a mi cabeza.

De vuelta en Zürich, revisando en casa los periódicos que no pude hojear los días pasados, doy con una noticia feliz, esa que por premura no pude comentar la pasada semana: el 23 de mayo, la ciudad de Düsseldorf, otorgó a Peter Handke el prestigioso Premio Literario Heinrich Heine. El jurado que le adjudicó compuesto de doce personas, entre las cuales, profesionalmente, destacan Sigrid Löffler y Jean-Pierre Lefèbvre, argumenta que, "obstinado como Heine, Peter Handke persigue en su obra su camino hacia una verdad abierta. Handke orienta su visión poética hacia el mundo en contra de la opinión publica y sus rituales, sin la menor concesión". Pensé que este reconocimiento público le llegaba al austriaco en el mejor de los momentos. Las malas energías predispuestas en su contra desde hace tiempo, disparadas con insistencia unos pocos días antes, con ese premio iban a quedar sin piso, pensé. Pero pensé mal.

En el entorno alemán, no todos se han puesto contentos con esa noticia de distinción. Evidentemente, no sólo en Francia son numerosos los políticos e intelectuales que deploran la posición del autor austriaco. La noticia feliz de hace una semana, en estos pocos días ha inflamado voluntades y caracteres. Ha forzado a pensar límites de “entendimiento”, o quiza, el entendimiento de los límites.

Literatura y política otra vez contrapuestos. Los consejales de la ciudad de Düsseldorf, políticos que deben ratificar el premio y dar su visto bueno para extender el cheque de 50.000 euros que otorga el premio, se han pronunciado en contra de la decisión del jurado. No están de acuerdo en que éste sea entregado a un autor cuyas opiniones proserbias no comparten en punto alguno ni aceptan para nada. Handke, en una carta publicada hace dos días en el Süddeutsche Zeitung, sale al paso con palabras claras, calmas y precisas, que apenas han servido a la hora de evaluar esta incomoda situación en la que la libertad de expresión, la correción política, las palabras fugaces en los medios y de los medios, o el poder a secas, cruzan sus sables alrededor de una obra que por suerte, como el sonreido bronce que reproduce al joven Heine en el Volkspark de Berlín, permanece ya imperturbable.

Este día, en una carta extensa publicada en el Süddeutsche Zeitung, Sigrid Löffler (editora de Literaturen) y Jean-Pierre Lefèbvre (profesor de la École Normale Superieure de París), con palabras igualmente claras y precisas, hacen pública su dimisión como jurados de este afamado premio al que han prestado su contingente en las tres últimas entregas (éste se falla cada dos años; han sido premiados en las tres versiones por ellos precididas, W. G. Sebald, Elfriede Jelinek und Robert Gernhardt). Graves son las palabras que allí utilizan para signar el comportamiento de una parte de los jurados, no leídos, burocráticos, y sobre todo inmaduros para ejercer una función en la que las decisiones que se toman deben basarse en el conocimiento y ejercerse con confianza y respeto, no como ha sido el caso esta vez, en el que, a un autor, por su punto de vista disidente, se trata de callarlo y “aislarlo, humana y políticamente" y afectar su obra”. Casi al final de esta carta nos recuerdan los dos (ex) jurados: “Pero de una cosa no se puede discutir: Peter Handke es uno de los autores más importantes del presente. El programa de su vida es al mismo tiempo la ley de su escritura: el trabajo en un conciente cambio de visión del mundo. En sus textos sobre los Balcanes resalta esta aspiración a pensar y escribir sobre ello de una manera distinta a la del consenso formado por los periodistas, como se podría ver la guerra separatista jugoslava, como se podría juzgarla


Para finalizar este recuento de alteraciones traduzco las palabras con las que el pasado 31 de mayo, Handke comienza su carta publicada en el Süddeursche Zeitung:

Tengo que ser riguroso y responder con tranquilidad a las recriminaciones que se me vienen haciendo desde hace muchos años, y hoy nuevamente a partir de la adjudicación ( y de la tramada no-asiganación) del Premio Heinrich Heine. Lo tengo que hacer por los lectores, por los lectores leales –por lo demás una tautología, pues un lector desleal o prejuiciado nunca es un lector...

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Diario El País sobre Caso Handke

Se solidarizan con Handke, entre otros, Botho Strauss, Win Wenders, Elfriede Jelinek, ...

Contra Handke, el premio Nobel Gao Xinjang, Marcel Reich-Ranicki, Daniel Cohn-Bendit, gran parte del Partido Verde Alemán, ...




Un abrazo ecuatoriano-mexicano

Por mero equilibrio es necesario contraponer pesos – para no dar un mal paso. Las relaciones diplomáticas de Ecuador y México están rotas de...