16.8.15

Jean Lacouture

Piedras, piedrecillas, pedazos de pan duro que dibujan una ruta caprichosa al paso por el bosque; una guía personal para no extraviar el camino de regreso, caso haya que retornar al punto de partida.

Los libros, algunos films, las personas siempre – la música es el fondo impreciso –, han hecho, son esos distintivos minúsculos que hemos ido echándolos como si nada a la vera de la caprichosa ruta. Las historias para el camino. Y cada una tiene otra a cuestas. Llego a ese libro por mera curiosidad, a ese autor por recomendación de un amigo, a esos de más allá porque están citados en la bibliografía de un tema que me llama la atención, porque la corriente de bytes nos los pone al frente todo el tiempo y cedo, porque le gustaba a ese director de cine cuyas historias me perturban. Llego a unos pocos por corazonada, a otros por asociación.

He comprado algunos libros sólo por su título. Este, Montaigne a cheval (Seuil, 1996), entenderán, no podía dejarme indiferente. No tenía la menor referencia de su autor, Jean Lacouture, sin embargo, ese título en sí es todo un programa, en cualquier caso, una buena oportunidad para regresar a la páginas de los "Ensayos" en agradecida compañía, en la de alguién que conoce su obra minuciosamente y ha seguido, reconstruido un relato aproximado de lo que pudo haber sido la vida de un vecino suyo de Burdeos .

Manías para la lectura; en el librero conviven los autores en vecindad insospechada, como un homenaje dispuesto por algo más potente que el gusto y las preferencias. Cuando se retoma a Montaigne, saben ustedes que no es fácil luego abandonarlo, su charla es tan amena y aleccionadora, uno se siente tan bien en su compañía que, la verdad, cuesta desprenderse de sus libros para cumplir con las exigencias y discurrir por entre los quehaceres habituales.

A las páginas de Montaigne vuelvo de cuando en vez, sin apuro. Hace unos años regresé a buscarlas acompañado del libro de Lacouture, a pasearme por ellas como lo hace el ensayista por sus temas, sin plan, abierto a las posibilidades que la lengua y los temas guardan entre sí bajo la superficie  Era una conversación con un desconocido simpático sobre su admiración al autor de los Ensayos. Horas gratas que hace unos día debí recordarlas al ver en la prensa una necrológica extensa que daba cuenta de ese desconocido con el que me puse a conversar hace unos años sobre Michael de Montaigne. Sí, Jean Lacouture, falleció el pasado 16 de julio. Tenía 94 años de edad, jamás lo habría imaginado y, tampoco, que fue un periodista excepcional cuya capacidad de trabajo apenas puedo imaginar, toda una institución en la tradición francesa.

Pues ni modo, sólo se trato de esto, me retiro a hojear los libros de estos dos señores cuyos libros seguirán allí, siempre a mano, dispuestos a conversar.

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Le Monde: Mort de Jean Lacouture



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