5.6.06

En Berlín con curadores

El pasado mayo, del 18 al 22, visité la capital alemana. Volví a ella a los dos años, pero esta vez con una agenda de actividades a llevar a cabo y no de grato mambo como las veces anteriores.

Perfilar una perspectiva in situ de la escena artística berlinesa fue el motivo que nos trasladó a esta ciudad a los que realizamos el posgrado de Curaduría en arte contemporaneo en la Scool of Art and Design Zürich.

Varios elementos sui generis articulan la escena berlinesa, en la que por igual y desde distintos flancos, escritores, músicos, cineastas, artistas plásticos y de toda la rama de contemporaneos, trabajan y discuten sus propuestas y las hacen públicas utilizando las más insospechadas maneras formales y alternativas. Ciudad prototipo, en verdad, un laboratorio de maquinaciones para la creación, producción, expresíon y difusión de obras de toda índole que danzan la danza de la creación y ejecución de proyectos. Habrá que añadir sin embargo una sospecha (con prejuicio, sin fundamentos): un laboratorio que quizá corre el riezgo de ser neutralizado —porque, como la luz, cuando es demasiada, no deja ver, aquí, la cantidad de artistas y creación impide que haya mentes que pueden abarcar en profundidad todo ese espectro creativo.

Nuestra visita de estudio tuvo varios capítulos.

I

En la noche del viernes 19 de mayo planeamos sobre un tema que habíamos tratado antes en clase desde distintos flancos, El arte en espacios comerciales. En el Atrium de los cines Arsenal —en Posdamerplatz, el símbolo arquitectónico de la nueva Berlín, ese hermoso y frío conjunto de cimetrías y cemento, de cristal salpicado de luces y logos de multinacionales—, Florian Zeyfang nos introdujo en las posibilidades que las actividades artísticas pueden emprender trabajando en asociación con capitales privados. No dejó de abordar los delicados límites a los que este tipo de relación puede conducir, o, en el otro sentido, la mala interpretación que a priori podría hacerse de ellos. Cómo puede imaginarse, es está una delicada sutura de intereses cuyos propósitos, no siempre apuntaran en la misma dirección. Se cerró la noche con un performance de Daria Martin trenzado por un film en 81/2, la lectura de unos textos que su abuela escribió mientras huía de los nazis, encontrados luego de su muerte, y los acordes suspensos de un acordeón: The wedding will not take place (2006, 24’).

II

A la mañana siguiente, en el Sparwasser HQ, en Berlín Mitte, un punto de encuentro de curadores y artistas que dirige una antigua profesora nuestra, Lisa Nellemann, que, por lo que he podido constatar, su presencia es vital entre artistas europeos. Allí, Alexander Koch, crítico y editor berlinés, nos hizo un detallado recuento de lo sucedido en la escena artística de la ciudad en la última década, del espacio citadino en sí luego de la caída del muro, los problemas económicos de la ciudad —literalmente en quiebra— y la parte positiva de esta sombra (es la ciudad más barata de Europa, y de Alemania, la más distendida), de las ramificaciones concebidas entre creadores y entre éstos y el mercado, de proyectos curatoriales, curadores, galeristas y galerías inventadas en este lapso, de los ciclos económicos en este mercado y de los clientes y coleccionistas de arte que en creciente número visitan esta ciudad en sus recorridos periódicos.

Este repaso fue un oportuno abrebocas a una interesantísima y extenuante jornada que, siempre bajo la guía de Alexander, nos llevaría a lo largo de ese día a visitar siete galerías cuyos modelos constitutivos, uno muy distinto de otro, nos serían expuestos y explicados por sus mismos propietarios o administradores. Al paso vale destacar, a pesar de que la idea no es nueva, esa figura organisativa creada para la creación y la venta de obras: La Galería de Productores, como es el caso de la Galerie AMERICA (a la que se le cayó del rótulo la A y la CA —quizá a propósito) creada por diez artistas, salidos todos de una misma universidad, para posicionar y vender su propia creación de forma directa, cosa que en los últimos seis años han conseguido pues gozan de momento de un nombre internacional al que con regularidad periódica asisten coleccionistas globalizados, sobre todo americanos, a hacerse de la obra que allí exponen únicamente estos diez cojurados. Amplio e interesante este tema en el que obras artísticas, posicionamiento, dinero y legitimización cruzan sus caminos. No es este el sitio para ahondar en tema tan interesante sin riezgo de perderme. Por ello, mejor me ciño a la agenda de recuento (que a estas alturas es ya de recuerdo).

III

El foco de nuestra visita a la capital alemana, tuvo lugar a la 16 horas, en la sede de la Cuarta Bienal de Arte Contemporaneo, el KW Institute for Contemporany Art, en el que Markus Müller, director de comunicación de la Bienal, nos hizo un recuento de las directrices seguidas por sus curadores en la organización del evento, las estratégias utilizadas para llegar al público y la recepción que el evento ha tenido entre la crítica y el público, provocativa esta vez por su polarización extrema: ha gustado y disgustado en partes iguales —para beneplácito de sus curadores y organizadores, digo yo, los reposados análisis de la indiferencia o el halago para referirse a este evento, han estado ausentes. Me detengo un poco en este evento.

Von Mäusen und Menschen / Of Mice and Men — De ratones y hombres, como el título de la novela que John Steinbeck publicará en 1937, es el que ha tomado esta Cuarta Bienal de Arte Contemporaneo de Berlín que cierra sus puertas este día cinco de junio.

¿Cuál ha sido esta vez el prósosito artístico de sus curadores?
Respondo con palabras del catálogo: “Mostrar la vida como una serie de traumas y al arte como un acertijo”.

¿Cuál ha sido la estrategia de la que se han valido para conseguir este propósito?
La de juntar obras de artistas que en gran parte reproducen atmósferas, o transparentan experiencias relacionadas al “miedo y (la) paranoya, la obscuridad impenetrable y un sentimiento amenazante de estar en suspenso”

Cierto, no hay que contradecir esta descripción hecha por sus tres curadores, Maurizio Cattelan, Massimiliano Gioni y Ali Subotnick que han juntado a setenta artistas hombres y mujeres y mostrado sus trabajos en doce sitios distintos ubicados todos a lo largo de una sóla calle, la Augustastrasse.

De estos doce puntos de exposición, la mayor parte podríamos considerar atípicos para exponer trabajos, instalaciones, videos, performances (¿cuáles serían los espacios títicos para mostrar obras de arte contemporaneo?). Así por ejemplo, la antigua escuela de muchachas judías, un descuidado bloque de cinco plantas en vistosas ruinas que en algunos casos, con su tremenda simbología, interfería más de la cuenta en la observación; o, a la inversa, han privilegiado de forma imponente la recepción de la algunos trabajos. O un container de lo más esencial dispuesto como un mini cine; una antigua caballeriza, una iglesia, un cementerio, un local llamado pomposamente Gagosian Gallery, Berlín, que parodia a la Gagosian de Nueva York, un símbolo comercial en el mercado del arte contemporaneo.

Estrafalario en un sentido, pero no con la lógica curatorial, ha sido la utilización de viviendas privadas —unas en la tercera o cuarta planta de antiguos edificios con apartamentos en los que la cuotidianidad ha desguido entre tanto su rumbo. Había que timbrar en el portal de la calle para acceder a estas viviendas—. ¿Pero qué se ha pretendido conseguir incorporando a los sitios de exibición estos emplazamientos no comunes? No lo sé, sin embrago puede que se haya querido reproducir la rutina de un artista en aprietos, una atmósfera de retiro, de apasible normalidad en la que se engendran proyectos artísticos “distintivos”, o transcurre la vida, en si misma distintiva, con la normalidad de un trolebus por las calles de Quito o las “aguas servidas” por las cañerías de cada ciudad. Puede que mi percepción, o mi apuro no me hayan hecho reparar en algún elemento clave posado en estos “apartamentos instalados” (no me pareció ésta una mala idea, sin embargo, allí algo no funcionó, o no fue pensado, por lo cual, como suele suceder con no pocas buenas ideas, aöl ser mal montadas, se trocan en guiño inconsecuentes, o bromas sin humor).

A Tino Sehgal no lo olvidarán con facilidad quienes vieron su performance en la Spiegelsaal, un antiguo y derruido salón de baile que deja ver aún su pasado esplendor: paredes altas semicubiertas con espejos incompletos y opacos, con flancos de colores sepias, obscuros de desidia y destiempo; en el techo, estucos con relieves resquebrajados, a su vera, casi en ángulo y lejanas al piso, unas vidrieras que dejan filtrar del exterior una tenue luz; en el medio de la sala, una pareja deja que sus cuerpos evolucionen movimientos sigilosos, calmos, que hablan con ese sitio y tensan en la memoria del espectador reminiscencias desconocidas, expandiendonos en el tiempo, involucrándonos en un tirual cuya naturaleza uno no alcanza a definir.

Podría detenerme en contemplaciones similares de obras y trabajos interesantes, desconcertantes o poco o nada cautivantes que se han mostrado en esta Bienal. Puesto que ya lo han hecho varios medios lo dejo de lado (dispongo para ello un par de links). Más interesante me resulta desempolvar un par de preguntas, rescartar otro de constatciones y, como las obras mismas que encadenadas al tiempo no dejan de interrogarlo, librar un par de hipótesis.

¿Cómo medir el éxito de un evento de esta naturaleza? Como en muchos otros, no hay manera de saberlo; o, no hay al menos parámetros fijos a partir de los cuales se pueda aplicar un juicio valorativo. Los elementos que entran en juego son varios y varían de ciudad en ciudad, como las obras que han hecho posible la atmósfera propuesta por sus curadores, lograda en este caso, gracias a los espacios dispuestos —imaginados antes, rescatados después—, en los que la interrogación que trae implicita la distinción de “ver arte”, al ser confrontada con tan fuerte simbología, se va rápidamente por los suelos.

De ratones y hombres” no me fascinó —lo cual me tranquiliza pues me dio tiempo para repasarla en calma—; me fascinaron algunos trabajos allí mostrados, otros “me dieron que pensar” o me sembraron de dudas. Pensar la disposición espacial me ha hecho sonreir con alegría: ha sido una satisfacción administrada a gotas, nacida del caminar por la Augustastrasse entre muestra y muestra pensando sin habermelo propuesto la historia de la ciudad, bordada por el esplendor y la tragedia. Caminándola, uno se da cuenta que no hay como olvidar sus demasiados pasados sin dejar de cotejarlos con sus presentes varios, sus espacios de convivencia y creación tejidos como un tapiz en el que numerosas culturas tejen la cotidianidad y perfilan el futuro.

Epílogo

No había estado las veces anteriores en dos sitios que me parecieron gratos, el uno para desayunar, el Café Nola en la Veteranenstrasse, el otro, para apurar copas de manera poco común y agradable, el Münzclub, un hermoso salón para socios hipotéticos que funciona fuera de la ley y es frecuentado por artistas y, como yo, admiradores de arte, en la Münzstrasse 23 (hay que timbrar en el portón para acceder a sus instalaciones).

Caminé en buena compañía muchas calles de Berlín Mitte y otras cercanas a la Prenzlauer Allee, que es donde está ubicado el atellier de Diego Gortaire, poeta y artista plástico quiteño afincado en Berlín desde hace más de un lustro —por varias razones, nuestro representante no oficial en esa ciudad: por ejemplo, en la colección de osos pintados por artistas del mundo del municipio de la ciudad, el que representa al Ecuador, lleva su firma; en otro sentido, es él regularmente el interlocutor ecuatoriano no oficial al que los medios de prensa alemana acuden cuando recavan opiniones que tengan que ver con el país. Por él me entero de algo que siempre he echado en falta en tierra helvética: un ciclo de cine ecuatoriano como el que se había llevado a cabo hasta la primera semana de mayo, al final de siete consecutivas —por cierto, con buena asistencia de compatriotas e indigenas berlineses o alemanes, en todo caso.

(p.s. este texto lo escribí el cinco, sin embargo, hasta ponerlo a punto he demorado seis, por ello lo hago público sólo ahora)

8 comentarios:

Fatima dijo...

Yaruco, te mencionaron en El Universo.

Este es el enlace:

http://www.eluniverso.com/2006/06/11/261/1a01fb8ba05e4ab89d7c4f30d57b1fb1.html?EUID=

Anónimo dijo...

Gracias Victor por ese resumen tan rico en novedades.

En Bruselas, donde vivo, también existe la costumbre de hacer esposiciones en apartamentos y talleres privados (de hecho, es ahora una feria anual, en primavera). He visto incluso festivales musicales en pequenias suites donde los músicos y el público usan audífonos para poder escuchar y no molestar a los vecinos.

Aquí en Bélgica, la utilización de esos espacios evita a los artistas perseguir a galeristas y curadores para presentar sus trabajos. Es una forma de eliminar mediadores entre las obras, sus creadores y los eventuales espectadores, y también una manera de reducir costos.

Qué tengas una muy buena semana

David J.

Victor dijo...

Estimada Fatima:
Muchas gracias por alcanzarme este dato. Me resulta grato saberlo. A lo mejor provoca algunas visitas que no habrías sido posibles de otra manera.
Que estés bien. Van saludos.

Victor dijo...

Estimado David:
Ciertamente que es grato constatar y gustar de esas multiples maneras de "inventar, inventarse y mostrar un algo de realidad".
Creo que esas rutas abiertas por las prácticas artísticas contemporaneas -de momento en auge por todo lado-, enriquecen nuestras cotidianidades, replanteando de muchas maneras nuestras relaciones con el prójimo, el poder, las instituciones; o con la base de nuestros principios y juicios estéticos y de valor.
Un gusto tenerte por acá. Seguimos en contacto. Van saludos

merdinhas dijo...

Olá Ojo latino

Gostei de visitar este blog. Agradam-me alguns dos links que dás.

Anónimo dijo...

Excellent, love it!
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merdinhas dijo...

Cattelan

Anónimo dijo...

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