En la sección Artes y medios de Letras libres (número de noviembre), viene un diminuto comentario sobre Yes, el trabajo último de Sally Potter. Ví este film el pasado septiembre y no lo he olvidado. Salí cautivado por la belleza de Joan Allen, por su rol —el ascéptico (des)orden de su vida duele pero apenas hay algo que se pueda hacer, hasta que una noche, en una fiesta, un camarero...—, la soltura de Simon Abkarian, las cejas, o más bien la manera de meter las narices donde si debe de Shirley Henderson. No supé entonces resumir esta historia que desdecía el cliché amoroso con contundente liviandad; tampoco logré identificar la incomodidad que la cinta me produjó en algunos de sus tramos. Hoy, hojeando la revista mexicana, he dado con las palabras que le calzan al film perfectamente. Fernanda Solórzano, en pocos y claros términos define la cinta y nos provoca (me parece además un ejemplo de concisión - nunca me pierdo de leer los comentarios de cine de FS).
Yes, de Sally Potter
Fernanda Solórzano
En Yes, de la inglesa Potter, se conjugan en mismo número convenciones y trasgresiones. Las primeras son temáticas y hacen de la sinopsis un enemigo de la película: el affaire entre una científica norteamericana (fría y sofisticada) y un cocinero libanés (apasionado y pedestre), y la liberación de sus mentes y almas cuando deciden abandonar sus contextos, nada menos que viajando a Cuba, siendo la militancia cliché el talón de Aquiles de Potter. Las trasgresiones, hay que decirlo, salvan todo el asunto y la vuelven una película digna de ver y escuchar: distintos formatos y puntos de vista construyen un discurso visual mucho más interesante que el obvio, y el diálogo en pentámetro yámbico (la métrica de Shakespeare) permite que el placer fonético distraiga de los lugares comunes inevitables en toda metáfora sobre política y religión. –
11.11.05
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