30.11.08

Qué tan lejos ... en Suiza

How much forther en inglés, Si loin en francés, Как это далеко en ruso, y, ahora, en alemán Wie weit noch a pesar que la han presentado con su título original.


En el Ecuador, según estadísticas levantadas hace más de un año, Qué tan lejos la vieron más de 300.000 espectadores. Todo un éxito de taquilla para una cinta escrita y armada en tierras ecuatoriales, para un trabajo fílmico concebido desde una perspectiva inusual, muy difícil de encontrar en el cine comercial y poco frencuente en la cinemetografía independiente, que es la que suele proponer nuevos cuadros y visiones pero también, casi con disciplina, enterrar la magia que promete una sala obscura.

De su paso por tierras otras, si dejamos de lado los comentarios y las cifras de asistencia que la cinta consiguiese el pasado año en las salas españolas, donde causó sorpresa y admiración, son más bien pocas las noticias que nos trae la prensa o nos acerca la web. Con razón, pues, entre la maraña de celuloide que viaja todo el tiempo, en todas las direcciones, entre un torrente de acontecimientos culturales de todo tipo, las opiniones que una obra despierta entre su público se queda por lo general en el medio donde esta se muestra. Sin embargo, si ésta ha llamdo de veras la atención, ella va dejando huellas de su paso por otros territorios. Entre las más visibles que ha dejado tras de sí el film de Tania Hermida están las siguientes:

- El Zenith de Plata de Óperas Primas en Festival de Cine de Montréal
- El segundo premio en el Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano de Cuba.
- En 2007 la nominación a los Premios Goya; y en ese mismo año,
- El premio del público en la Mostra Internacional de Cinema en Sao Paulo

Los Andes y los Alpes

Desde inicios de noviembre Qué tan lejos está en exhibición en varias ciudades suizas: Berna, Sant Gallen, Zug, Luzerna, Basilea, y comunidades otras que no tienen el estatus de ciudad pero sí disponen de salas de cine.

La película se promociona con el nombre original: Qué tan lejos, una frase que en lengua hispana y según la situación proporciona varias interpretaciones; la frase no tiene un equivalente similar en lengua alemana (Wie weit noch se le aproxima pero no capta enteramente sus significados).


Su distribuidor Trigon-Film, una cooperativa de cine que respalda y promociona en el mercado cinematográfico suizo producciones independientes de todo el mundo, ha hecho con el film ecuatoriano un gran trabajo. O, mejor dicho, ha hecho una buena apuesta. Ya a inicios de octubre empezó a distribuirse en los cines que exhiben sus films, su revista trimestral correspondiente a este cuartal. La portada de este número, el 42, es un fotograma de Qué tan lejos; en las páginas interiores, de las treinta que contiene, ocho le están dedicadas - a un largo comentario y una entrevista a su directora.

Desde el pasado 20 de noviembre la cinta se exhibe en Zúrich en tres funciones regulares diarias. No se sabe hasta cuando — si la espectativa no deja de expandirse, se quedará allí algunas semanas más. Se sabe sí, por los comentarios de prensa aparecidos en varios medios, que la cinta gusta a los espectadores y que la crítica celebra sus características, ciertamente inesperadas. En el film de Tania Hermida, en la que el viaje marca el camino,

Una entrevista con Tania Hermida

Tania Hermida estuvo en Suiza para los pre-estrenos del film que se llevaron a cabo en varias ciudades; en Zúrich, estuvo el miércoles 5 de noviembre. Por cuestiones de trabajo impostergables, no me fue posible asistir a esa función en la que presentó el film y habló con el público. Quería conocerla y, de ser posible, entrevistarla. Me interesaba saber de su experiencia con el público suizo y el de los países otros donde la cinta ha sido exhibida. Puesto que no fue posible asistir a esa sesión y no sabía cómo contactarla, intenté conseguir su dirección electrónica: escribí a Manolo Sarmiento (en Quito) y Cristóbal Zapata (en Cuenca); sus respuestas gentiles, y en el tiempo coincidentes, me proporcionaron sus señas. Le escribí entonces y me respondió inmediatamente, pero no desde una ciudad suiza sino desde Guatemala, donde en esos días —hacen ya diez— asistía Tania Hermida como jurado a un festival de cine que se desarrollaba en el país centroamericano. Sin complicaciones aceptó responderme a las preguntas que le formulara. Se las hice llegar y recibí de vuelta sus respuestas inmediatamente. Son las siguientes:

(a cada pregunta acompaño una introducción que contextualiza mis interrogantes)
Tengo la impresión que el film Qué tan lejos está viviendo algo parecido a
lo que les sucede a Tristeza y Esperanza, las personajes centrales de la
historia, a quienes lo insospechado no deja de salirles al paso continuamente. El desplazamiento del film por diferentes países, de dentro y fuera de nuestra lengua, y su exhibición ante públicos muy diversos, levantando interés por su contenido y procurándose opiniones variadas, llenan de ánimo y dan impulso a sus hacedores. Las historias que muestra la cinta, los cuadros y palabras de los que se vale para darle forma, han dado y dan que hablar en entornos que nada tienen que ver con el sitio referencial de esta producción cinematográfica.

1) ¿Entre las sorpresas varias que la película les ha deparado fuera del
Ecuador cuál es la lectura positiva que más le ha llamado la atención? ¿Cuál la que más le ha desconcertado, y, complementariamente, la que más le ha disgustado o desilucionado?

En cada encuentro con el público hay algo que aprender. Cada mirada le
aporta algo nuevo a mi propia mirada sobre la película. Quizá una de los
momento más emocionantes lo viví precisamente en Zurich, donde un espectador suizo, que se quedó a conversar con nosotros al final de la función, salió un momento y regresó con una caja de chocolates. Me dijo que ese día habían sucedido dos cosas muy importantes para su vida: había ganado Barack Obama y había visto Qué tan Lejos, las dos cosas le habían devuelto la esperanza y quería darme las gracias por eso. Me conmovió mucho su gesto y me devolvió, también a mí, la fe en el cine.

Lo más desconcertando fue quizá en Moscú, donde me quedé dentro del cine para ver las reacciones del público durante la proyección y disfruté mucho al sentir que los rusos sintonizaban muy bien con el humor de la película y comprendían cada cosa que le sucedía a los personajes, incluso aquello que yo habría pensado que era más "ecuatoriano". Eso me permitió, de una vez por todas, comprender que aquello que tiene que ver con el alma humana es, ciertamente, universal.

Lo que más me disgustó y desilusionó fue quizá el comentario de un
periodista español que parecía ciertamente molesto por la cantidad de
migrantes ecuatorianos que habían llegado a las salas de cine independiente (léase cine para "intelectuales") de Madrid para ver la película. Pero del público, en las salas, siempre he recibido mucha calidez.

*
Que tan lejos ha provisto a la cinematografía ecuatoriana de una plataforma de discusión mucho más amplia que la que ha existido en el entorno hasta hace poco tiempo. La propuesta del film le ha dotado de referencia al Ecuador en el contexto cinematográfico latinoamericano. Casa adentro, consecuentemente, ha mostrado a quienes insisten en este oficio, que en el Ecuador, no sólo es posible tramar y producir historias cinematográficas, sino que también es posible sustentarlas en sus propias referencias –culturales, históricas, geográficas, lingüísticas— sin tener que hechar mano a la lista de clichés pre-clasificados o imputados para llamar la atención del público.

2) ¿Hay en el Ecuador una manera de hacer películas? ¿Hay el impulso de algo que podría quizá transformarse en una corriente? ¿Qué hace a una película admirable y/o entrañable?

Creo que la cinematografía ecuatoriana está apenas naciendo, de modo que recién en unos años podremos analizarla en su conjunto. Las señales, sin embargo, son de una cinematografía diversa y creo que ese es un valor
importante. Las y los realizadores de los últimos años hemos explorado
nuestras propias historias y nuestra propia manera de narrar
.

Lo que ahora existe en Ecuador es una ley de cine, un Consejo de Cine y un
fondo de cine que hacen viable el desarrollo, producción y difusión de
nuestras películas.


Yo creo que una película sólo es entrañable cuando toca el alma humana, sin clichés, y eso sólo es posible si sus realizadores han puesto el alma en la producción. Eso difícilmente sucede en la industria del cine comercial. En el cine independiente sucede con más frecuencia pero no siempre. Es
importante que las nuevas generaciones de creadores aprendan a explorar esos caminos, sino, lo que harán será seguramente imitar los modos de la industria dominante y ahí no pasa nada.


*
Trigon-Film ha hecho un buen trabajo de introducción y distribución de Qué tan lejos en el entorno suizo. Usted ha estado presente en el pre-estreno de la cinta en algunas ciudades de la Suiza-alemana.

3) ¿Qué opinión le merece la reacción del público suizo a Qué tan lejos?

Fue extraordinaria. El público suizo que llegó a las salas para las
avant-premieres fue un premio para mí. Creo que es un público con los ojos abiertos y el corazón abierto a historias de otros mundos. Me sorprendió la
calidez con la que recibieron la película y todos los detalles de la
historia que alcanzaron a comprender. Tuve la oportunidad de conversar con gente de todas las edades, con estudiantes de secundaria y con gente mayor, incluso con niños. Todos estaban muy conmovidos con la historia.

Creo que en estos tiempos en que estamos todos invadidos de James Bond,
momentos como estos, en las que podemos intercambiar miradas, hablar sobre otros mundos, nuestros mundos, de los Andes a los Alpes, nos devuelven la esperanza.

*
El lenguaje que trenza la cinta es, para placer de quienes lo hablamos,
esencialmente ecuatoriano. Algunos vocablos tienen en sí una riqueza de
significados que, incluso para quienes se manejan en castellano estandar,
puede resultar su comprensión un desafio. La riqueza de esos vocablos, en algunos tramos de la traducción alemana, pierden la fuerza del original, sin lastimar la intención del film.

4) ¿Ha recibido quiza comentarios en este sentido sobre la calidad de la
traducción alemana?

Creo que la traducción, tanto francesa como alemana, debe ser muy buena, justamente porque el público que no habla castellano ha comprendido muchos detalles de la trama que están justamente en el lenguaje que usan los personajes, en las ironías, en el humor.

Ficha tecnica del Film:
Dirección y guión: Tania Hermida.
Países: Ecuador. Año: 2006. Duración: 92 min. Género: Drama.
Interpretación: Cecilia Vallejo (Teresa), Tania Martínez (Esperanza), Pancho Aguirre (Jesús), Fausto Miño (Andrés), Ricardo González, Alfredo Espinosa Cordero, José Alvear, Elena Torres, Kleber Naula, Rubén Naula, Juan Francisco Racines, Patricia Loor.
Producción ejecutiva: Mary Palacios, Gervasio Iglesias y Tania Hermida.Música: Nelson García.
Fotografía: Armando Salazar.
Montaje: Iván Mora.
Dirección artística: Pedro Cagigal.
Vestuario: Gabriela Villacís.
Estreno en Ecuador: 8 Septiembre 2006
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Sobre Que tan lejos
Diario El País de España




9.10.08

El sindrome de Nazaret


En 1996 leí con gratitud y asombro los dos tomos que componen Los novelistas como críticos (1991), una exhaustiva y rica compilación de textos en los que la novela (hispanoamericana), como tentativa, ejercicio y reto, ocupa el centro de su empeño. La compilación la debemos a Norma Klhan y Wilfrido H. Corral — están publicados en la serie Tierra Firme del Fondo de Cultura Económica de México.

El contenido de los tomos, textos de narradores los más, que refieren su parecer sobre el oficio o la obra de sus colegas, es variado y rico; nombres, geografías y tradiciones varias se agrupan y tenzan la discusión, la profundizan o proyectan en las direcciones que el lector, según su propia experiencia debera inferir o sugerir a partir de su propia observación.

Mi lectura de estos libros la comenté por ese tiempo a un amigo estimado. Habría olvidado del todo esa conversación si este mismo amigo no me hubiese solicitado hace poco la copia de uno de los textos que viene en Los novelistas como críticos (es este el motivo por el que he vuelto a releerlos — en tomos prestados a la Biblioteca central de Zúrich).

No puedo dejar de transcribir un fragmento pequeño que tiene que ver con el título de esta entrada. El texto que lo contiene se llama "Muchos años después . . ." y lo firma José Emilio Pacheco, y fue publicado en 1987 , en la revista Casa de las Americas, 165 (al leerlo, por favor, recordar el año de su publicación).

El síndrome de Nazaret

¿Quién es el escritor más admirado en Colombia? Octavio Paz. ¿En México? Gabriel García Márquez. ¿Quién es el escritor más atacado en Colombia? García Márquez. ¿En México? Paz. ¿Cuál es el principal reproche contra García Márquez? Ser castrista. ¿Contra Paz? Ser anticastrista. ¿A quién propusieron los mexicanos para el premio Cervantes en 1981? A Juan Carlos Onetti. ¿Y los uruguayos? A Octavio Paz.

No acabarían nunca los ejemplos del síndrome de Nazaret. ("Cómo va a ser el Mesías si es el hijo del carpintero y yo jugaba con él en la calle".) Ya que en Colombia recordarán los treinta años de Piedra de sol, los veinticinco de La muerte de Artemio Cruz y Aura. Terminemos aquí el breve recuento de la primera etapa de García Márquez en México (1961-1967).






28.9.08

El narrador en su tinta

Dos videos cortos dedicados a Javier Vásconez, novelista ecuatoriano de reconocida trayectoria.
El primero se llama El estilo de Vásconez:



El segundo Los personajes de Vásconez:




El narrador en su tinta, en video, es el registro que documenta un proyecto mucho más amplio emprendido desde hace poco la Casa de la Cultura Ecuatoriana.
Con periodicidad no especificada, esta institución centra su atención en la obra y personalidad de un narrador para presentarlo a un público lector interesado en sus libros y la literatura.

Ha sido Javier Vásconez el escritor escogido para la puesta en marcha de este proyecto que comienza en un estudio de radio, ante un público invisible, luego se monta en el escenario del Teatro Prometeo de Quito, donde el escritor dialoga con el público y, de forma complementaria con estos dos eventos, y amparada en una investigación solvente, se filma y edita un video que a los lectores nos permite acercarnos al autor de otra manera.

Dos narradores han sido entrevistados, estudiados y filmados hasta el momento. J. Vásconez y Jorge Dávila — esperemos que su video no tarde demasiado en ponerse en línea.

6.9.08

Georg Christoph Lichtenberg

Supusé que el motivo sería la publicación de una selección especial de sus aforismos o algún estudio singular que viniera a expandir la discusión sobre su obra. Cuando leí la invitación al evento, no se me ocurrió suponer razones lejanas a las nombradas, pues, abrir la temporada literaria zuriquesa, guiada por las palabras de Hans Magnus Enzensberger y el profesor Peter von Matt, personalidades de primer orden no sólo en el entorno de lengua alemana, obligaba suponer algún móvil fuera de lo común.

Pero no, mi suposición estuvo errada. No hubo proyecto literario-editorial de por medio que amparara el evento del 3 de septiembre pasado. La conversación pública de esa noche entre estos dos escritores, llamada con alegre prevención “Lichtemberg y las consecuencias”, fue mera admiración hacia quien inventará el aforismo como género —sin la menor intención para ello—; y, claro, un acierto de sus organizadores. Por su buen ojo y tacto — para reconectarnos con la tradición, para medir el pulso a los tiempos que corren.

La discusión la condujó el profesor von Matt. Había extraído con anticipación 29 aforismos de la obra de Lichtenberg. Vale decir 29 anotaciones que indagan el universo con agudeza, expontaneidad y humor. Un delicado hilo de sabiduría brota de cada una de ellas. O de desconcierto. Indagado por éstas, H.M. Enzensberger dio su interpretación de ellas, su visión y percepción, para suerte de los que allí estuvimos, no siempre coincidente con la que las que hiciera por su parte el profesor von Matt.

He pasado estos días releyendo a Lichtenberg, autor ciertamente referencial (para Nietzsche, el de los poquísimos que vale la pena leer y releer, una y otra vez; para André Breton, un imprescindible en su antología del humor negro; para Cabrera Infante, la luz última, inequívoca, que pidiera Goethe en el lecho de muerte). Lo hago en los dos libros que dispongo; una antología en alemán de sus Aforismos, cartas y sátiras (VMA-Verlag, 1962) y otra en español, traducida y comentada por Juan del Solar (Edhasa, Madrid,1990). Sé que hay en español dos ediciones anteriores a la de Juan del Solar (una hecha por Guillermo Thiele, Buenos Aires, 1942; y otra hecha por Juan Villoro, FCE Mexico, 1989) pero no he podido hacerme con ninguna de ellas.

De las observaciones seleccionadas por el profesor Peter von Matt, tomo una, la 16, que, al menos en la versión española que manejo, no está traducida. Su contenido es ciertamente una inexactitud, sin embargo, no por ello deja de ser una tentación:

Muy difícil de encontrar en el mundo una mercancía tan rara como los libros: impresos por gente que no los entiende, comprados por gente que no los entiende, encuadernados, reseñados y leídos por gente que no los entiende, y ahora incluso escritos por gente que nos los entiende.

Y unas pocas que constan en la selección hecha por Juan del Solar:

El bienestar de países se decide por mayoría de votos, pese a que todo el mundo reconoce que hay más gente mala que buena. (52, cuaderno F)

Si nuestros jóvenes se acostumbraran a escribir siquiera un poemita destinado a la cabeza por cada tres que destinen al corazón, aún nos quedaría la esperanza de ver, ya en nuestra vejez, algún hombre que tuviera corazón y cabeza, el más raro de los fenómenos. La mayoría raramente tiene en la cabeza más luz que la necesaria para darse cuenta de que está totalmente vacía. (104, cuaderno F)

Toda una vía lactea de ocurrencias. (344, cuaderno J)________________

Sobre Lichtenberg, Cabrera Infante



12.8.08

Noir Équateur

Es este el título de un libro que llamó mi atención en una librería de Lyon. Una edición de bolsillo, de época, grato de ver y hojear y, por alguna otra razón, llamativo. Por su título quizá o, a lo mejor, por las ilustraciones de Joel Jiménez que intercalan los relatos que contiene, un manojo de historias escritas por José de la Cuadra (1903-1941).

Por lo general, en los estantes de las librerías medianas de las ciudades que no tienen el castellano como lengua de uso, el espacio que dedican a los libros de autores latinoaméricanos traducidos, suele ser reducido. No es nada extraño por ello que en esos parcos estantes nunca encuentre ejemplares de autores ecuatorianos. El mercado tendrá sus razones para que así sean las cosas; la tradición narrativa ecuatoriana las suyas, para explicar el poco o nulo interés que sus discursos provocan en otras culturas. Habrá que comentar algún rato las razones de esa carencia y lo que se podría hacer en el mercado de lenguas para que las voces que mejor suenan casa adentro, en el entorno de la lengua, pudiesen alojarse también en otras. Son poquísimos los autores ecuatorianos que se pueden leer en otras lenguas; y de estos, presentados por lo general en antologías, son un puñado los que tienen más de un libro traducido a dos o tres lenguas extranjeras.

Noir Équateur (2008) está publicado por la editorial L'arbre vengeur y abre la colección La forêt invisible que dirije Robert Amutio (traductor de Roberto Bolaño), que es quien además próloga la obra.

Para quienes no hayan escuchado antes el nombre de José de la Cuadra, les proporciono un dato. Los personajes de este escritor guayaquileño, sobre todo los que aparecen en Los Sangurimas, preceden la llegada de Pedro Páramo y del Coronel Aureliano Buendía, creaturas que giran en una órbita similar a la que propone el guayaquileño.
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Alfredo Pareja Diez-Canseco sobre J. de la Cuadra
Los Sangurimas, en alemán
José de La Cuadra, Diadro Hoy




10.8.08

Vuelta

Me fui sin avisar. No pensé que mi ausencia duraría tanto tiempo -más de tres meses. Tuve mis motivos para ello, y entre ellos, rondándolos como un guardia nocturno, el cansancio, la desgana. Sucede que mi porcentaje laboral aumentó y debo ahora dedicar a mi vida como bibliotecario más horas que antes. Pero las cosas van bien: entre tanto he tomado ritmo y dado salida a los asuntos pendientes; he conversado también con personas interesantísimas, leído artículos y un par de libros gratos, visitado muestras y exposiciones, zapateado calles desconocidas y regresado a otras luego de algún tiempo.
Espero no perder de vista a los temas con los que he tenido que vérmelas en mi tiempo de retiro y valen la pena reconsiderarlos.
Pues sí, esto nada más por ahora. Y claro, como no, mis disculpas por no haber dejado señal alguna antes de marcharme.

20.4.08

Inquisición contemporánea

Soy uno de los lectores del diario alemán Frankfurter Allgemeine Zeitung; preferentemente, de su versión impresa; sin embargo, a veces, cuando por alguna razón no me es posible echarle una hojeada a la edición de papel del día, cuyas páginas se despliegan en un formato que mucho se asemeja al de las sábanas, visito luego su versión digital. Como sucede con todos los periódicos en la actualidad, también en éste la versión electrónica, sin alterar los contenidos de la impresa, pero aprovechando las posibilidades que brinda la red, suma a su oferta de lectura productos de interés sólo posibles de ser expuestos en la web, como son el video, los diagramas interactivos o las selecciones de fotografías especialísimas que de otra forma, pasarían ignoradas.

El FAZ, que es como también se conoce a este medio, es el periódico de la derecha alemana ilustrada. Las páginas que dedica a la información y el análisis financiero de los mercados locales y globales son de lo mejor entre la prensa escrita en general. De similar calidad es su oferta sobre el mundo de las artes y la literatura, del deporte, los medios y una variedad de temáticas que, si no diaria, si semanalmente acogen sus páginas.

En estos días, en la versión electrónica del diario ha llamado mi atención la difusión de unas placas de señalización que reproducen, en su transparente neutralidad, el comportamiento y los medios violentos a los que recurre la Central Intelligence Agency (CIA) para realizar su trabajo.

Del Manual de la Inquisición Moderna, se titula la entrada que el diario alemán dedica a esos métodos. Los presenta y comenta brevemente Friedrick Schmidt. Una nota introductoria señala lo siguiente:
Para unos es tortura, para otros un método innovativo de indagación, necesario para salvar el mundo —al menos su parte norteamericana. Les mostramos que medidas utiliza la CIA en sus interrogatorios.

Queda dispuesto el link a la página del FAZ donde se puede revisar la lista completa de estas placas ilustradas de aleccionamiento.

(Por si alguien se interesa por ver estos métodos en acción, con tomas de calidad, una actuación de lo más convincente delineada por un guíon trepidante, deberá ver la serie "24" con Kiefer Sutherland. Si uno empieza a ver la serie, no podrá parar. He visto las cinco temporadas y acabo de empezar la sexta. A esta serie televisiva hay que pararle mucho ojo, no sólo por el entretenimiento que depara si no por la polémica que sus contenidos causaron en la opinión pública de los USA, en lo referente a la tortura como medio necesario para obtener información.

Pero si alguién desdeña esta entretenida serie televisiva y desea algo más próximo, en una locación más a la mano, conocida o reconocible, vale la pena leer un análisis que publicase hace poco Horacio Verbitsky en Pagina 12, a propósito de la incursión del ejercito colombiano en territorio ecuatoriano; hay allí un orden de cosas donde se cruzan las inteligencias y las contra-inteligencias más unas demanadas para la región que vale la pena contrastar con las luces posibles.)

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Whatever It Takes : Es el análisis más extenso y sesudo que se ha escrito sobre la serie televisiva "24" y las implicaciones que ella ha tenido y tiene en la política más reciente de los USA. Se publicó el año pasado en el New Yorker y lo firma Jane Mayer.

14.4.08

Vásconez revisited

Vinieron por primera vez a Quito en 2004. En cuerpo y alma de tinta.

Para quienes siguen con atención las formas como los escritores van imaginando el mundo y descubriéndonos nuevos ángulos para percibirlo y asumirlo, esa fue una visita grata, pero sobre todo inesperada. No sólo para los vecinos ecuatorianos que constataron el hecho: también para todos aquellos que se interesan por el discurrir de la creación literaria y su mix-creativo. Sí se lo piensa de nuevo, ese gesto, el de la invitación, incluso ahora, a casi cuatro años de ese arribo, resulta inimaginable.

Pues no es nada común juntar a un tiempo y en un mismo paisaje a cinco personalidades diversas, intrincadas, contradictorias como apasionantes, que, de normal, quizá por la apropiación y abusos universitarios cometidos con sus obras, parecían haberse alejado ya del mundo mortal donde se traman y tranzan las pasiones y afanes de las gentes, y haberse asentado a gusto en las enciclopedias, los manuales de estudio y la irreprochable admiración de los lectores de varias generaciones.

Cinco fueron los viajeros que llegaron a Quito en 2004: Conrad, Kafka, Colette, Faulkner y Navokov. Los convidó Javier Vásconez; fue él el de la idea y el que se encargó de contactarlos y convencerlos para que fueran a pasear sus destinos por tierras ecuatoriales. Él les diseñó un plan para su recorrido por la ciudad y se encargó así mismo de ponerles en contacto con sus pares ecuatorianos y sus admiradores. Un libro de relatos, “Invitados de honor”, da testimonio fictivo de esa célebre visita.

Los ejemplares de ese singular testimonio están agotados. En estos días sale al mercado una nueva edición del libro. Los invitados de Váscones, los mismos cinco de hace cuatro años, están por tanto de vuelta, a visitar a su autor en la ciudad enclavada en los Andes.


El martes 15, de abril, a las 19.00 horas, en la casa matriz de Libri-Mundi (en calle Juan León Mera), Javier Vásconez dialogará con los periodistas Juan Carlos Moya (de Diario Hoy) y Gonzalo Maldonado (de El Comercio) sobre este libro Invitados de honor que acaba de ser reeditado.
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Cecilia Ansaldo Invitados de honor en una ciudad andina
Christopher Domínguez sobre Invitados de honor
Rafael Conte (en Babelia de El Pais) El viajero de Quito

13.4.08

Marco Núñez Duque

Tenía 21 años cuando murió. De muerte nada natural. Su cuerpo sin vida lo encontró la policía días después de su fallecimiento. Era abril, un abril de hace veinte años. A orillas del río Machangara, en las cercanías de Quito, a la intemperie, desnudo, picoteado por los pájaros —mirlos, tórtolas y quindes, seguramente.

Oficialmente, la muerte de Marco Núñez Duque no ha sido esclarecida hasta la fecha de hoy. Desapareció el 13 de abril de 1988. Marco había salido de su casa unos días antes, para no regresar. Cuando nos enteramos de su ausencia sin pistas y empezamos a indagar sobre su paradero, sus amigos nos imaginamos de antemano lo peor. En ese tiempo, en el trecho que va de 1984 a 1988, imaginar cosas terribles era relativamente fácil. El ambiente político del país era propicio para pensar lo fatal o ser abrazados por la fatalidad. Una de las características del gobierno del Ing. León Febres Cordero (1931), que gobernó al Ecuador en esos años, fue el uso de la violencia y la mano dura contra toda persona u organismo que se le opusiera. Las palabras valían entonces casi nada. Tener ideas humanistas era peligroso; tenerlas con contenidos opuestos a quien gobernaba el país, era mortal (Pero también, tener mala suerte podía ser mortal: ser confundido con una persona mal querida por el gobierno, dar una mala impresión política, despertar una sospecha o una antipatía en un agente de policía malhumorado, ser o parecer respondón podía ser un signo apocalíptico).

Fue en esos años que apareció el grupo armado “Alfaro Vive Carajo”, el AVC —que hoy, por lo que sé, está integrado al debate democrático ecuatoriano como fuerza política—. Fue en esos años que varios de sus integrantes y cabecillas fueron aniquilados por las fuerzas del gobierno y que algunas personas que nada tuvieron que ver con ellos u otras fuerzas opositoras al régimen, desaparecieron sin dejar rastro hasta la fecha o aparecieron luego muertas por la mera mala suerte (¡en un sistema democrático!) de parecerse a alguien que no debían o haber levantado sospechas desagradables en agentes que jamas se dieron el trabajo de verificar esas sospechas.

Puesto que no ha sido aún explicada la muerte de Marco Núñez Duque, es factible imaginar su desaparición como un astro caído entre esas macabras y azarosas coordenadas. Desde luego que podemos imaginarnos aún otras dos posibilidades: la una, que busca al culpable de la muerte de Marco entre asesinos corrientes, en uno o varios de esos que matan por robarle el dinero a alguién o porque sí, sin más. La otra posibilidad, poco natural desde luego e increible, se vuelve contra los pájaros, como en el dicho, los pájaros contra las escopetas, las aves como criminales.

Marco no era miembro del AVC ni de ningún otro grupo de la izquierda activa que se opusiera al gobierno de entonces. Marco era poeta, a caballo entre el artista y el loco de veras —hay en ese cruce de pasiones un tramo incierto, nebuloso por el que se filtra imperceptiblemente la enfermedad. Poco diestro con las palabras y sus leyes, sí lo fue en cambio para imaginar mundos y representaciones de la realidad. Proyectaba en el orden habitual de cosas versiones que contradecían ese orden y en las cuales, digamos que por licencia poética, Marco solía instalarse a gusto para hablarnos desde allí; un punto de vista privilegiado ciertamente, como el de quien ejecuta una performance y logra con ella poner al espectador en interrogación. Marco podía hacer las dos cosas sin encontrar diferencia alguna en esos roles: ser el público y ser el ejecutor de la performance, ir y venir de un rol a otro con la mayor naturalidad del mundo. Era en esos lapsos, que podrían ser también lapsus, que la Poesía, valiéndose de las alocuciones y representaciones de Marco, se dejaba ver y nos mostraba, a su modesto público, su silenciosa síntesis.

Marco fue un enamorado que soñó con el amor y lo anheló profundamente pero no llegó a palparlo. Lo arrancaron de la vida muy joven, no tuvo tiempo para hacerse con los ritos y las trampas necesarias de las que nos valemos los más para procurarnos de su calor, para atraerlo hasta nosotros. Marco no pudo desarrollar su voz ni dar forma acabada a las obsesiones que le atenazaron. Lo desaparecieron, sin más.

Han pasado 20 años. Los amigos que entonces fuimos un grupo, el Matapiojo, que vivió y bebió de la poesía a tiempo completo, se deshizo poco después. Al grupo nos unía entonces la literatura en todo su espectro. Sin que ella dejase de sernos a cada uno algo personalísimo, la considerabamos sin embargo como un bien común con posibilidades excepcionales, a las que sólo era posible acceder por el filtro de la amistad. Palabras, historias, cigarrillos, cafés y muchas cervezas, aquí y allá. Ella era entonces "nuestro pasamontañas", el santo y ceña para circular por los días de Quito, para adentrarnos en sus calles y sus historias como en un territorio inexplorado que debía ser descifrado y contado. Fuimos amigos entonces. Seguimos siéndolo aún, pero a diferencia de entonces, nuestra conversación tiende ahora al monólogo pues apenas tenemos la oportunidad de conversar. Supongo sin embargo, que en este día, en al menos uno de sus minutos, los Matapiojos y los amigos todos que conocieron a Marco, vamos a coincidir en su recuerdo, y pensarlo pensándonos.

Marco Núñez en los libros y escritos de los amigos

Marco no público en vida texto alguno. Sus escritos, que por lo general solía llevarlo consigo en una abultada carpeta, los rescató por suerte Diego Velasco, quien además fue el que les dotó del orden con el que aparecerían después bajo el nombre de "Entre Bakunin y Jackelin en blue jeans", título de uno de los cuentos que contiene este tomo, pero ante todo, parodia al de la novela del escritor ecuatoriano Jorge Enrique Adoum "Entre Marx y una mujer desnuda".

Pero la presencia de Marco, la de su fantasma, planea también en varios de los poeamas y libros acometidos por los amigos después de su muerte. Así por ejemplo, rota continuamente por entre los versos alterados de Celebriedad, libro escrito por Edwin Madrid en 1991. En otra forma, su voz es tomada como epigrafe introductorio a la novela "La alcoba de los patojos", publicada por Pablo Yépez Maldonado en 1993: Prefiero estar loco que cuerdo de remate, reza la cita introductoria.

6.4.08

De plátanos y mangos

La revista alemana art-magazin del mes de abril está ya en los quioscos. Por regla, esta publicación trata en sus páginas no sólo temas referentes a la escena artística en lengua alemana. La perspectiva de su ojo es global y, puesto que es una revista de difusión artística, da cavida en sus interiores no sólo a críticos y académicos, sino también a aquellos que, desde sus particularísimos intereses conforman el nicho artístico en la sociedad, a saber: galeristas, periodistas especializados, críticos, curadores (independientes y dependientes), directores de museos, profesores de arte, coleccionistas y, con aparente énfasis, los personajes que proveen la materia prima que alimenta el negocio, los artistas. (De un tiempo a esta parte puede incluirse en este enumerado también a inversores natos).

Esta revista mensual, antes de pasar a sus temas de fondo, suele ofrecer en sus primeras páginas un abrebocas compuesto por guiños, referencias, fotos, recuerdos, constaciones, contradicciones, listas breves de asusntos insospechados y noticias fugaces del mundo artístico, a veces impagables, por una sencilla razón: cada uno de esos golpecitos al ojo, en su liviandad y encanto, son por lo general referencias a otros mundos que, si uno les presta atención debida e indaga en sus referencias, no dejaran de deparar al curioso una merecida sorpresa.

El número de abril anticipa los nombres, temas y lugares involucrados en la joven Bienal de Berlín (No. 5) que inicia a mediados de este mes. En sus páginas de inicio, la de cocentrados varios, viene algo que llama mi atención, la referencia a un proyecto artístico ejecutado hace poco en New York, con bananos, bananas o platanos transportados a lo mejor desde Ecuador o algún otro país del centro o sur del continente.

"Self-confidence Produces Fine Results" se llama la instalación montada hace poco por Stefan Sagmeistern en la sala de la galería Deitch Projects ubicada en esa ciudad.

Me hizo sonreir la idea de Sagmeistern y, bueno, asentir con la leyenda tramada con platanos verdes, que amarillaron progresivamente; al menos para él, pensé, por los resultados mediáticos cosechados, la conciencia de su propio valor le ha producido resultados.

Caminos del arte, ideas tan alagadoras como locas que se montan, filman, fotografian, documentan y pudren antes de volverse memoria ... u olvido. ¿O es que ese amarillo natural desplegado con mucha paciencia es una metáfora de lo que está sucediendo no sólo en el territorio artístico sino en casi todas las fascetas de la vida donde los medios reinan ... o no?

Los platanos dispuestos como ladrillos me ha hecho recordar no sólo a las bodegas obscuras dónde se suele guardar y dejar madurar cabezas de platanos verdes en las ciudades de la sierra ecuatorial, sino también a los trabajos que se le asemejan, cuyo resorte principal es el mismo o, en todo caso, le es muy cercano y había contemplado y olido antes.

Un trabajo visto a finales de 2004, en la muestra que la Colección Daros Latinoamerica de Zúrich, dedicara a Colombia, Cantos Cuentos Colombianos, en el que se mostró una obra de José Alejandro Restrepo cuya conservación, al menos de una parte de ella, era en verdad imposible: Canto de muerte se llamaba la instalación en la que, en una cámara semi-obscura, pendían del techo cabezas de platano y de estas, de su cogollo, una diminuta pantalla apenas perceptible de diez por quince cuya cristal proyector apuntaba al suelo donde un espejo, igual de diminuto, reproducía las imagenes proyectadas de una sucesión de cuadros de personas llenas de vida más la voz de un canto que recordaba que esas personas habían sido aessinadas en las regiones donde se siembra y se cocechan los frutos de esta planta en Colombia, que son las que han sido azotadas en gran parte por la guerrilla colombiana o sus impugnadores armados, los paras o el mismo ejercito. El olor dulzón progresivo de los bananos que empezaban a descomponerse, debían sugerir el olor de la muerte. Si no me hubiese alertado una amiga de esa implicación, habría seguido pensando en la mera descomposición, ... de la vida ... mientras se vive.

De otro trabajo, en el que la naturaleza y sus olores progresivos, formaron parte, me queda un recuerdo poco común. No pudé visitar a tiempo a la muestra Hortus conclusos, en Cuenca, Ecuador, en agosto de 2007, curateada por Cristóbal Zapata. Cuando llegúe a la Galería Proceso, que es dónde se llevó a cabo ese montaje artístico creado por María José Argenzio, sólo pude ver los registros fotográficos y, oh situaciones, el desmontaje de la obra, las partes dispersas de los árboles de mango, los mangos envueltos en yute que, si no visible, hacían olible su proceso de descomposición.

¿Qué va quedando de las visiones artísticas? Por lo pronto, no sólo el impacto de sus propuestas visuales sino también el mal olor paralelo a la estetización del mundo. Valen las metáforas perturbadoras que el arte nos provee para ir madurano en el día a día.

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Hortus conclusos, texto de Cristóbal Zapata sobre la obra de María José Argenzio

31.3.08

El poema del narrador

Diario El Comercio de Lima, Perú, publica en su edición de ayer dominingo 30 de marzo, un poema insospechado. Su autor es Mario Vargas Llosa y el objeto de los versos, ese viejo autor que se pierde entre el mito y la realidad, cuyas obras o, mejor dicho, la voz que ellas preservan, La Iliada y la Odisea, pusieron en movimiento esto que hace una parte minúscula de la humanidad mientras vamos viviendo y leyendo, contar, escribir historias. Como nos lo sugiere el poeta, ese ritual con las palabras, que se esfuerzan entre el orden y el misterio, nació por entonces y sin embargo, luego de tantos visjes y vueltas alrededor del sol, esa manía parece haber apenas empezado.
Copio el inicio del poema y dispongo el Link donde se puede leer el poema entero.



PADRE HOMERO
No sabemos si era uno o muchos
Ni siquiera sabemos si existió o lo inventamos para dar un dueño y una leyenda a los poemas que fundaron el mundo en que vivimos.

24.3.08

La Divina Comedia: una lectura en tres días

Pues sí, dejando de lado algunas cosas de la líneal cuotidianidad que nos presiona, “a cada quién según su circunstancia”, me inventé el tiempo que hace falta, incluso en días de feriado, para meterse con este libro, y me eché con él al camino — en prosa castellana, desde luego, pero sin dejar de echar un ojo curioso a los tercetos italianos del original, a fin de cuentas, base primera sobre la que se levanta la lengua italiana de nuestros días.

Tres días le dediqué, los últimos transcurridos, para leerlo en conformidad con el rito que Rafael Argullol nos recomendara el jueves pasado — expuesto alguna vez por el mismo Dante y sugerido en parte en el verso 113 del Canto 22 del Infierno; a saber, que la lectura ideal de este Poema teológico fundacional, debería acometerse, simbólicamente, y de ser posible, en estas fechas y en el siguiente orden:

Viernes Santo = Infierno
Sábado de Gloria = Purgatorio
Domingo de Resurección = Paradiso


Así lo he hecho: este feriado de Semana Santa de 2008, por tanto, en al menos dos sentidos, me es ya inolvidable: ha sido el primer viaje “last minut” de mi vida sin salir de casa ni gastarme un peso; y, lo que importa, la lectura, que es en sí exigente, por haber sido realizada en las fechas sugeridas por el toscano y vueltas actuales por el barcelonés, he de volver a recordarla (si no se me triza antes el hielo bajo los pies) cada vez que el calendario vuelva a discurrir por estas fechas.

Infierno, viernes 21

Saltándome las páginas introductorias de la edición que manejo (Obras completas de Dante Alighieri, Biblioteca de Autores Cristianos, Madrid, 1980) pero sin descuidar las explicaciones de su traductor, Nicolás Gonzáles Ruiz, ese día muy por la mañana, a paso enjundioso, ingresé en el Infierno:

Nel mezzo del cammin di nostra vita
mi ritrovai per una selva oscura,
ché la diritta via era smarrita.

(o, en nuestros términos: A la mitad del camino de nuestra vida me encontré en una selva obscura, porque había perdido la buena senda. …)

Al verso 134 del Canto 34, que es con el que termina el Inferno, llegué a las 23.51 de ese día, a tiempo con el plan, agotado, sin sobresaltos espirituales pero, eso sí, admirado por la arquitectura de la obra, y la vivacidad con la que nos deslizamos por sus páginas.

El día se me fue volando —que no volado—, descendiendo de círculo en círculo, de uno malo, por estar repleto de malos, a otro peor y exelente, por mostrarse más vistoso e imaginativo, entreviendo por la ruta, constantemente, espíritus de mala laya, que en vida, por lo general y sobre todo, por los cargos, aspiraciones, ropas y maneras que portaban, apenas habrían parecido serlo. Guíado por la voz de Dante, y Dante y el lector por los pasos de Virgilio, nos introducimos en la alta noche que nunca deja de bajar, deambulando por entre sus sombras como si fuesen calles de una ciudad nocturna, golpenado puertas de mala muerte o de trato reservado, negociando, tranzando el paso con sus porteros y cerberos (como con los amigos lo hacíamos a las puertas de la Seseribo, el Son Candela o el del Gato Son en el Quito de los ochentas y noventas y luego, con amainado ímpetu, en ciudades otras de otros lares y lenguas confusas) para que nos permitieran el descenso sin tener que reñir. Mucho hay que ver en ese camino, pero mucho más que escuchar, pues en ese discurrir el lector, siendo el tercer protagonista en este descenso por los infiernos, es todo el tiempo ese que ve, calla y escucha hablar a Dante, o a él y Virgilio, o a los dos con desconocidos condenados y descreídos, con creídos arrepentidos y antiguos soberbios que viven ahora maltrechos su mala eternidad; no les niegan los bardos atención a los avaros e impulsivos, a los abusivos y aprovechadores de bienes y confianza ajenas que, a su paso por la tierra que conocemos, no perdieron oportunidad para hacer de las suyas con su prójimo, almas incautas las más, a las que mataron sin peso alguno de conciencia o llenaron de escarnio público no merecido.

Los criminales, llamados entonces pecadores, los hay en este trecho en diversidad tanta que no es exageración si ajustamos a ese sujeto el adjetivo posmoderno (por eso de lo multi tuti); sin embargo, muchos de los condenados allí presentados provienen de la política y vienen sobre todo de un sitio, Florencia, la patria de Dante (el primer Estado moderno, según Jacob Burkhardt), la mala madre que le envío al destierro y a la que el poeta, sin negarle el respeto y el cariño, no deja de ajustarle las cuentas y encararle los nombres de sus “mal paridos” que ya en ese entonces jugaban a capricho con la cosa pública como juegan hoy muchos como si fuese patrimonio de su propiedad. Muy comprometido con sus días el Dante de aquel tiempo (casi, casi, si no es un exabrupto decirlo, como un Vargas Llosa en un sentido, o un Eduardo Galeano en otro).

Imposible el descenso sin tender puentes paralelos con el año en curso, la década, el siglo. Me parecía a ratos estar viendo el noticiero; con las palabras del poeta, cuando refiere la infamia de algunos de sus contemporáneos, tomaron forma algunos rostros públicos habituales en los noticieros televisivos y los reportes de prensa.

Purgatorio, sábado 22

Son las siete y, levantado ya, mientras desayuno, dejando de lado la prensa de ese día, empiezo a repasar la lectura de la noche anterior y las anotaciones sacadas en su decurso. Hecho esto, con paso leve, me introduzco en el Purgatorio, ese “segundo reino donde se purifica el espíritu santo para hacerse digno de subir al cielo”.

Los colores del decorado son otros. La atmósfera un poco más benigna, nos presenta al dolor de otra forma, menos dramático y expresivo que en la esfera de abajo, donde el ojo ve y el oido escucha con asombro, parecería que acá el exceso destinado al sentido auditivo suspendiera manifiesto para centrar la atención del paseante en los detalles silenciosos de lo visible, donde las fronteras de los colores suaves est¿an casi casi borradas: van, vienen fantasmas en silencio con sus penas a cuestas; los aquí confinados son también malos, mejor dicho, lo fueron, como los de abajo, pero a diferencia de ellos, estos de acá, se arrepintieron de sus malas acciones en el último momento.

Ciertamente, el potencila fílmico de esta esfera es menor que la anterior; sin embargo, si de buscarle una analogía se tratase, me pareció, por el estado espiritual con el que deambulan las almas allí confinadas, ser esta copia fiel de la atmósfera que acompaña a los candidatos políticos en sus campañas pre-electorales; no hacen otra cosa las almas esperadas, sino aguardar resos y oraciones de los que en ellos aún creen e imploran por su salvación en la tierra — o elección para subir al cielo respectivo.

Una reflexión de Dante, puesta casi al final del Canto 33, a partir del verso 136 del Purgatorio, es necesario repetir para no perder vista la percepción que él tenía de su oficio. Dice el Poeta:
“Si tuviera, lector, más espacio para escribir, contaría en parte la dulce bebida que nunca me habría saciado, pero, por estar llenas todas las hojas preparadas para esta segunda parte, no me permite más el freno de la construcción artística.” …

Llegué al verso 145, que concluye esta esfera, a las 24.28 horas de ese día.

Paraíso, domingo 23

Como todo cielo, también este me resulto arduo, más arduo en todo caso que los territorios ambulados los dos días anteriores. No sólo por su transpariencia, más difícil de imaginar pero más fácil para extraviarse — o para que nos demos de bruces con sus cristales. No pude leerlo acostado, que es cómo más me gusta leer; ni sentado, como lo hago para descansar la espalda y sacar notas con agilidad. Esta vez tuve que leer muchos tramos del libro de pie, para concentrarme mejor, junto a la ventana que da a nuestro jardín, de frente a la mañana y la tarde que dejaron caer, con intermitencia nieve lenta y borrascosa.

Pero esta vez llegué a verso último del libro un poco más temprano, a las 20.57 de la noche, “libre y risueño”, según la anotación hecha al pie de la lectura en ese momento; y ”sin palabras”, según esa misma referencia.

Vano es este momento insistir en la arquitectura de las palabras allí dispuestas, pensadas, proyectadas y asentadas con firmeza para que la memoria de los hombres vaya y vuelva a por ellas y sobre ellas, enriqueciéndose con las lecturas que cada tiempo proporciona. Legendaria y numerosa es la saga interpretativa que cobija y rodea a “la Divina Comedia”; no pocas palabras sabias encontramos en sus páginas, enmarcadas en situaciones que entonces reinaron y hoy nada nos dicen pero que sin embargo no impiden que las palabras resplandezcan y sigan trasmitiendo un espíritu.

Como todo libro que nos intraquiliza más de la cuenta, nunca termina su lectura tras cerrar su última página. A otras pesquizas nos impele su misterio para mejor empaparnos de su arte y de la vida de quien lo realizó. Llego aquí con ese ánimo, sereno en parte, pero a la vez aguijoneado para seguir, desde ahora ese otro capítulo firmado por el toscano “La vida nueva”. Voy en esa ruta pero ahora, por suerte, sin rito ni calendario que me apuren.
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Vida de Dante Alighieri
Adriana Hernández: El papel de la Divina Comedia en la consolidación del imaginario
occidental en la literatura
P.S. Rabanal como Dante, una entrevista

20.3.08

Dante en Pascua

En el entorno que habito, según el rito calendario, la primavera inició oficialmente este día: vuelve entonces el despertar de la naturaleza luego de su sueño invernal de noches largas y días achicados y cenizos. El invierno calendario quedado atrás ha sido esta vez benigno: nada de temperaturas bajo cero prolongadas o espantosas tormentas, sólo desgracias pocas, manejables en todo caso. Tuvimos un sol prolongado en febrero y a inicios del mes; ayer mismo se dejó sentir algún rato, pero claro, sin el esplendor de los otros días o ese que muestra con regularidad en las montañas helvéticas. Hoy sin embargo, por la mañana, tuve una sorpresa al despertar y mirar por la ventana: el paisaje estaba blanco, como las hojas de los poetas que no encuentran las palabras para lo que les transcurre y quieren describirlo: blancos los techos, las calles y las copas de los árboles; pues sí, por la madrugada había nevado, como para que la primavera entrase con pies blancos y delicados en la nueva fase lunar.

Con este cambio de estación coincide el feriado de Semana Santa. Acá empezó hace unas horas —trabajamos hasta las cuatro. Mucha gente, los que aún no se fueron por la mañana, saldran de viaje para el sur mañana temprano, en auto, tren o avión. Nosotros nos quedamos en casa, se supone, para poner en orden las cosas pendientes y pastar el tiempo querido con lo que mejor nos gusta hacer a cada uno. No me faltan lecturas postergadas ni deseadas; tampoco ganas de conversar con mis amigos, escribir correos y borronear textos. Sin embargo, estos planes generales con territorios no delimitados han debido esfumarse, de un rato a otro, a consecuencia de la lectura de un artículo de periódico leído por la tarde. No se trata de un escrito recriminatorio, alarmista o cosa por el estilo: sí de una sugerencia gentil, que es también una mini-guía y que, en lo que a mi concierne, me llega en el momento oportuno. Lo firma Rafael Argullol y lo publica El País de España en la edición de este día. Se titula “Un viaje de Semana Santa” y tiene que ver con Dante Alighieri.

Inicia así:

Entre las múltiples propuestas viajeras que se ofrecen por Semana Santa, tan exóticas muchas que parecen agotar toda posibilidad de la imaginación, hay una que nunca se plantea pese a ser la más prodigiosa y económica. Es un viaje que dura tres días -rememoración de otro viaje que también duró tres días- con la particularidad de que no hace falta salir de casa ni sufrir las aglomeraciones tan inevitables en ese periodo. Se lo cuento porque un año yo realicé este viaje del que volví muy satisfecho, lo cual quizá anime a alguno.
Se trata de imitar a Dante, de la única forma en que es posible imitarlo: leyéndolo. ...

La lectura de este escrito me recordó una entrevista que diera Carlos Fuentes hace cosa de cinco años en la que el autor mexicano, hablando de eso que quienes leen literatura suelen ignorar con mucha solvencia, hacía cuenta de los libros imprescindibles que aún no había leído. Uno de ellos, el más importante de esa lista, era La Divina Commedia de Dante Alighieri (imagino con gusto que lo habrá leído finalmente pues, según recuerdo, comentaba en esa entrevista que quería hacer esa lectura, a como de lugar, y en todo caso antes de que se agotase su tiempo terrenal).

(Dante pintado por Sandro Botticelli)

Yo tampoco he leído ese libro. Lo he intentado varias veces, de frente y de costado, transversalmente, de la mano de autores que me son caros y dan cuenta a su manera de ese viaje por el Inferno, el Purgatorio y el Paradiso. Recuerdo haber descendido con Virgilio y Dante hasta el quinto círculo del Inferno y luego, insensiblemente, por alguna razón por mi desconocida, vuelto a la superficie y quedado allí, sin peso de conciencia, en compañía de otras gracias y tormentos cuyo trato sentí entonces más acogedores.

He pescado el artículo de Rafel Argullol en el momento oportuno. Como él nos lo cuenta, por recomendación del mismo Dante, el tiempo ideal para acometer la lectura de ese libro es en este tiempo: durante tres días seguidos, a poder ser Viernes Santo, Sábado Santo y Domingo de Resurrección.

Por si alguien más se anima, vale la pena revisar la guía mínima que nos hace el escritor catalán para este feriado.

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10.3.08

La filosofía en el tocador

El número de marzo 2008 de Letras Libres (versión México), publica un pérfil de Simone Beauvoir; a dos meses del centenario del nacimiento de la escritora francesa, celebrado el pasado 9 de enero —y recordado entonces con insistencia en multiples espacios—, este artículo resulta oportuno pues permite considerar con detenimiento el devenir de sus obras y el de su singularísima trayectoria pública. Pero ello no es todo: Ana Muño, que es quién firma ese texto, pasa revista a los actos suscitados y las publicaciones aparecidas en esas fechas que tuvieron por centro a quien fuera en vida, entre otras circunstancias, compañera de Jean-Paul Sartre.

Hay sin embargo un detalle que la autora nos lo cuenta pero que Letras Libres, por el concepto gráfico que maneja, no puede reproducir y es muy importante por el revuelo que produjo no sólo en Francia y el entorno de su lengua, sino en los sitios todos a los que llega la influencia de de Beauvoir: la foto de la joven Simone desnuda, tomada en Chicago en 1950, por un amigo de su amante Nelson Algren y que publicase en portada, como exclusiva, el semanario Le Nouvel Observateur para la conmemoración.


Ustedes tienen la palabra. Sólo una cosa más: Gallimard, el editor de sus libros, publicará en este marzo sus Cahier de jeunesse (1926-1930). Me entero de este dato repasando Le Monde des livres del 11 de enero. El suplemento adelanta unos fragmento de esos diarios, entre los que cuenta la escritora cómo y cuándo, René Maheau (el 13 de junio de 1929) le pusiera el sobrenombre de Castor: “usted es un castor” me dice al entrar a B.N.; el argumento lo encuentra en mi nombre: Beaver = Beauvoir y de mi espírtu constructor...
El texto empieza antes y concluye despiués, pero ello es ya otra historia.

27.2.08

Las benévolas - Die Wohlgesinnten

Las Erinias (1862), de William Adolphe Bouguereau
[Las Erinias (grch.: Ἐρīνύς, Pl.: Ἐρινύες), conocidas por los griegos también como Maniai (las terribles o violentas o Furias en latín) y luego como Euménides, es decir, bondadosas -o benévolas, que es como lo propone María Teresa Gallego Urrutia en su traducción de la novela de Littell- son en la mitología griega la personificación femenina de la venganza. Nos lo cuenta con claridad Wikipedia o Jordi Guzmán]

A buen tranco, es decir, a una media de 30 páginas de lectura por hora, hacen falta, con germánica exactitud, 33 horas, 1980 minutos de fugaz vida para hacerse con el contenido de las 990 páginas que tiene la edición castellana de la novela de Jonathan Littell. Me he procurado de ese tiempo, aprovechando mis vacaciones de invierno retirado en un pueblo de montaña, y lo he dedicado a la lectura de la narración de momento más comentada en el entorno de lengua alemana.

Se trata pues de pan fresco, esperado, cuyo sabor, oh paradoja, todo el mundo sabe antes de probarlo que no le será precisamente agradable. Está en las librerías sólo desde el pasado viernes 22; sin embargo, los murmullos sobre ella vienen de más lejos, precedidos por el éxito y la polémica generados en Francia, donde apareciera el libro por primera vez en octubre de 2006 (la tirada inicial fue de 12'000 ejemplares; hasta la fecha, Gallimard, su editor, lleva vendidos 800'000). La materia misma del libro, altamente sensible, la segunda guerra mundial, es imposible de obviarla en los países de Centro-Europa. No es agua pasada ese tiempo y, por lo que se ve, a la memoria no le bastan las respuestas heredadas para comprender esos años de muerte y dolor.

Las Benévolas y Littell están en el aire, compitiendo con el polem de la (por lo benignos que están los días) inminente primavera. Lograr ello con la literatura es más bien una quimera; sin embargo, al menos en este caso, ello ha sido posible. En lengua alemana el trabajo lo ha hecho excepcionalmente el diario Frankfurter Allgemeine. El pasado 2 de febrero dedicó la portada a Littell; paralelamente, desde esa misma fecha y hasta el viernes pasado, en el Feuilliton del diario, se publicaron avances cada día (una práctica común del periódico) y una pregunta en torno a la relación que tienen los lectores, herederos en segunda, tercera y cuarta generación de los que protagonizaron esos hechos con esa época de las historia; por otra parte, en la versión electrónica, el diario introdujó una novedad, un experimento que podría calificarse ya de logrado: un Reading Room dedicado a todo lo concerniente con Die Wohlgesinnten y Littell, desde los fragmentos de la novela publicados diariamente, videos y un rico material fotográfico sobre la época hasta los debates suscitados entre los lectores.

Por mi parte, casi me toca repetir lo que la mayoría de los críticos anotan sobre el libro —en Francia y en el entorno de lengua alemana: Las Benévolas no es una narración artística que critaliza; no hay apuesta alguna con el lenguaje, pues el narrador utiliza adrede uno plano y burocrático que, en este caso, por ser un requerimiento intrínseco de la narración —Max Aue, oficial de las SS, protagonista de la historia, es quien nos la cuenta—, debe mantenerlo de inicio a fín, alterándolo levemente según los requerimientos dados por los capítulos o cuadernos que estructuran la novela (Tocata, Alemandas I y II, Courante, Zarabanda, Minueto, Aire, Giga).
La naturaleza de la narración nos es incierta, esta juega entre los límites posibles de diferentes géneros sin decidirse por uno en especial. El lector queda a la intemperie, sin socorro alguno para asentar en su imaginación la abrumadora información que recibe: circulamos por pasajes, túneles y pasadizos, que son historia pero no la tomamos como tal; divagamos por rutas metafísicas que suponemos, por tabú, habran sido desconocidas a los nazis, pero que en otro sentido son de lo más humanas; tomamos contacto no sólo con las armas que Max empuña sino con el sudor de los amantes con los que entra en contacto.

Las cinco frases finales del libro: De repente notaba todo el peso del pasad, del dolor de la vida y de la memoria inalterable, me quedaba a solas con el hipopótamo agonizante, unos cuantos avestruces y los cadáveres, a solas con el tiempo y la tristeza y la pena y del recuerdo, la crueldad de mi existencia y de mi muerte aún por venir: Las Benévolas habían dado con mi rastro.
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Sobre Las benévolas y Littell:
Ana Nuño, en Letras Libres
Jaime Céspedes Gallego, Uni. de París X-Nanterre



24.2.08

Alain Robbe-Grillet est mort


Pues sí, el pasado lunes falleció el escritor francés a la edad de 85 años. Ingeniero agrónomo de profesión, Robbe-Grillet "un monstruo sagrado" en los términos que los franceses reservan para calificar a sus personalidades destacadas, fue el centro de ese grupo de artistas de posquerra que con sus propuestas estéticas - en su momente generadoras de debates, y hoy casi dejadas de lado- alteró la discusión teórica con sus obras y pasó a ser referencia destacable, el Nouveau Roman.
Estuvo en Zúrich en enero de 2002. Entonces habló de un tema que parecé haber perdido fuerza "La transgresión ahora". Pero no sólo eso: presentó también la versión alemana de su entonces última novela, La reanudación, y, algo en verdad inolvidable, destacó con su presencia la exposición que entonces realizará el Kunsthaus de Zúrich "Sade Surreal".
Repasando la prensa de este día acabo de dar en Página12 con un texto suyo que le hace homenaje. Lo transcribo a continuación


Me gusta, no me gusta

Me gusta la vida. No me gusta la muerte.
Sin embargo, me gusta bastante lo que se mantiene inmóvil (me gustan los gatos, no me gustan los perros).
Me gusta la sensación de eternidad, las viejas casas de provincia con decorado inmutable.
No me gusta el teléfono. No me gustan los autos. Me gustan los largos viajes: París-Bucarest, Nueva York-Los Angeles, Estambul-Teherán.
Me gusta también caminar, en las calles o en el campo. Me gustan los otoños húmedos y dulces, las hojas negras relucientes de lluvia, sobre las espesas y esponjosas alfombras de los caminos.
No me gusta el ruido. No me gusta la agitación.
Me gustan las voces lindas. Detesto los gritos.
Me gustan las multitudes alegres. No me gusta lo que les gusta a las multitudes.
Me gustan los días en que me siento más inteligente, más agudo. Me gusta aprender. Me gusta enseñar.
No me gusta dar una conferencia después de una buena comida. Me gusta el vino tinto. No me gusta el whisky. Me gusta el idioma francés.
Me gusta la vida. Me gusta la literatura.
No me gusta... No me gusta pensar en lo que no me gusta.
Me gustaba la voz de Roland Barthes.Me gusta lo lindo. No me gusta demasiado la moda de lo feo.
Me gusta decir lo que pienso, sobre todo si no se dice. No me gustan los militantes, cualquiera sea su tendencia.Me gusta conocer la regla. No me gusta respetarla.
Me gusta lo que es chico. Me gustan las calles de Nueva York, los grandes paisajes del oeste estadounidense. No me gustan las grandes palabras.
Me gusta comprender. Me gusta analizar las cosas. Me gusta conocer las teorías, literarias o científicas.Me gusta la libertad. No me gusta el derroche. No me gusta la ensalada periodística.
Amo a mi papá y a mi mamá. Desconfío de los psicoanalistas.
Me gusta mucho irritar a la gente, pero no me gusta que me jodan.

El escritor y cineasta Alain Robbe-Grillet, autor de Las gomas (1953), En el laberinto (1959) y Por una nueva novela (1963), entre muchas otras obras, murió el lunes pasado de una crisis cardíaca. Este texto inédito, escrito en 1981, fue publicado en la revista Magazine Littéraire Nº 402, octubre de 2001.
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Wikipedia sobre Robbe-Grillet

18.2.08

Murakami, el corredor de fondo

Desde que tomamos contacto con su escritura hace ya algunos años, no dejan de sernos indiferentes cuantas cosas digan de sus libros y su persona sus lectores especializados o no —rumores incluidos. En esta ventana nos hemos ocupado de él un par de ocaciones y, puesto que vuelve a hablarse de su nombre en los medios, volvemos a referirlo.

Es a propósito de una entrevista que Maik Grossekathöfer, redactor del semanario alemán Der Spiegel, hace al escritor japonés en la edición última (18.02). El mitivo es gratísimo: la inminente aparición en alemán de su último libro —primera en una lengua europea — "De que hablo cuando hablo de correr" (DuMond Verlag, 2008).

Como la mayoría de sus lectores sabrá, Murakami no es sólo un especialista en jazz sino también un corredor de fondo: escucha, corre y escribe -¿o corre, se escucha y escribe luego? En varias entrevistas hace referencia a esta práctica deportiva ardua, de solitarios ciertamente, pues no hace falta un equipo para practicarla ni de un contrincante al que haya que enfrentarse como en el tenis. Correr tiene que ver con la sola voluntad del corredor: su contirncante está dentro de él mismo. No miente la figura que vemos, o ejecutamos cuando nos alejamos por el camino que nos lleva por el bosque o la cinta que ciñe al campo de fútbol; o la que nos atrae cuando miramos por televisión, o en vivo, correr una carrera de 10, 21 0 42 kilómetros: precipitados, esforzados pasos de personas agolpadas a un inicio, luego dispersas por obra del cansancio, por la resistencia de unos pocos que " se disparan del grupo" y empiezan a individualizarse ante el público y se alejan por una larga avenida como un, digamos, Rolando Vera, o —en esa otra forma de deslizamiento solitario, la caminata— a un Jefferson Pérez. Práctica para solitarios que insisten en probarse a sí mismos o, si se quiere, de ensimismados que ponen a prueba una voluntad, o algún otro resorte íntimo que intimida y exige ser dominado.

No es nada difícil imaginar a Murakami corriendo por el bosque, la playa o la avenida, por una pista siempre variable en todo caso; con las horas y sobre ellas, en silencio. Es grato saber que esta vez el autor japones centra su discurso en esa práctica que, como lo comprobaran al leer algunos de los fragmentos que he traducido, no es más que la otra cara de esa medalla que sus lectores conocemos, la de su escritura.



El sueño de una cerveza helada

Spiegel: Herr Murakami, ¿Qué es más fatigoso, escribir una novela o correr un maratón?
Murakami: Las más de las veces escribir es un placer. Cada día escribo cuatro horas. Luego corro. Normalmente diez kilometros, sin demasiado esfuerzo. Pero correr de un tirón una distancia de 42, 195 kilómetros es bastante duro, sin embargo es exactamente esa dureza lo que busco. Es una tortura inevitable que acepto concientemente. Para mi es esa la faceta más importante de un maratón.

Spiegel: ¿Y qué le es más hermosoo, terminar un libro o cruzar la meta de un maratón?
Murakami: Poner el punto final a una historia se parece al nacimiento de un niño. Un escritor féliz puede a lo mejor escribir unas doce novelas y yo no sé cuántos libros tengo aún en mí, ¿Cuatro? ¿Cinco? En cambio, cuando corro no siento límite algunop. Cada cuatro años más o menos publico una novela pero cada año participo en una carrera de diez kilómetros, un semi-maratón y un maratón. Hasta ahora he corrido 27 maratones, el último el pasado enero, y naturalmente van a seguirles el maratón número 28, 29 y 30.

Spiegel: En su nuevo libro, que aparece en alemán el próximo lunes (25.02), describe su carrera como la de un corredor de fondo ¿Por qué ha escrito usted ese texto?
Murakami: Desde hace que 25 años, en el otoño de 1982, que fue cuando corrí mi primera carrera, me he preguntado por qué me decidí exactamente por este deporte. ¿Por qué mi vida como escritor en serio comienza con aquel día en que corrí por primera vez? Tiendo a entender las cosas sólo cuando las anoto. Y he constatado que escribo sobre mí cuando escribo sobre el correr.

Spiegel: ¿Qué fue lo que le llevó a correr?
Murakami: Quería adelgazar. En mis primeros años como autor fumé mucho, 60 cigarrillos al día, para concentrarme mejor. Tenía amarillos los dientes, los dedos y uñas. Cuando a los 33 años de edad decidí dejar de fumar, me creció la barriga. Entonces empecé a correr: correr me pareció lo más practicable.

Spiegel: ¿En qué medida?
Murakami: El deporte en equipo no es para mí, me es un poco más cómodo si me ejercito según mi propio tempo. Y para correr no se reuiere de compañero, de un sitio determinado como en el tenis, sólo de un par de zapatillas de deporte. Tampoco el judo me queda bien: no soy un luchador. Correr largas distancias no tiene que ver con vencer a otro, el unico competidor es uno mismo. Tu reseuelves un conflicto interno: ¿soy mejor que la última vez? Darse uno mismo hasta el limite, una y otra vez, es el espíritu del correr. Correr es doloroso, pero los dolores no me abandonan, yo puedo tener cuidado de ellos. Eso corresponde a mi mentalidad.
. . .
Spiegel: ¿Cuál es su mejor tiempo registrado en una maratón?
Murakami: 3:27 hohas, cronometradas por yo mismo, en New York en 1991. Eso son cinco kilómetros por minuto. De ello me siento orgulloso, el último tramo de la carrera a través del Central Park es duro. He probado un par de veces mejorar ese tiempo pero cada vez soy menos joven. Entre tanto no me interesa más registrar el mejor tiempo alcanzado.

Spiegel: ¿Hay un mantra que usted recita mientras corre?
Murakami: No. No pienso en nada

Spiegel: ¿Se puede eso: pensar en nada?
Murakami: Cuando corro se me vacía el espíritu. Los pensamientos que se me introducen cuando corro son como un viento ligero - aparecen de pronto, desaparecen de nuevo y no alteran nada.
. . .
(La entrevista continua; la iré traduciendo en los próximos días y transcribiéndola).

Spiegel: ¿ Escucha música mientras corre?
Murakami: Sólo en los entrenamientos. Preferentemente a Manic Street Preachers. Cuando, excepcionalmente, corro en las manana, prefiero Credence Clearwater Revival porque las canciones tienen un ritmo simple.


Spiegel: ¿Cómo consigue motivarse cada día?
Murakami: A veces es demasiado caliente o demasiado frío, O el día está muy nublado. Sin embargo corro. Si no lo hiciera, haría una pausa también al siguiente día. No corresponde al ser humano asumir un peso innecesario, el cuerpo se deshabitúa. Eso sin sin embargo no debe el mío. Al escribir sucede exactamente lo mismo. Escribo cada día para no desacostumbrar a mi espíritu. De esta manera puedo suscesivamente elevar el listón literario, así como los músculos siempre se fortalecen al correr constantemente.

Spiegel: Usted creció como hijo único, escribir es una tarea solitaria y usted corre siempre solo ¿hay en esto alguna relación?
Murakami: Con seguridad. Me siento a gusto solo. Al contrario de mi esposa, no me gusta la vida social. Estoy casado desde hace 37 años, es con frecuencia una lucha. En mi anterior trabajo laboraba hasta la madrugada, ahora voy a la cama entre las nueve y las diez.
. . .

Spiegel: ¿Conoce el libro "La soledad de los corredores de fondo" de Allan Sillitoe?
Murakami: El relato es aburrido. Se nota que Sillitoe no corría. Sin embargo una idea esacertada: corriendo el heroe de la historia se encuentra a si mismo, enuentra la libertad interior.

Spiegel: ¿Qué le ha enseñado el correr?
Murakami: La certidumbre de que puedo alcanzar la meta. Del correr he aprendido a confiar en mis capacidades; he aprendido en que medida debo exigirme, cuando necesito hacer una pausa y desde cuando una pausa es demasiado larga.

Spiegel: ¿Escribe usted mejor porque corre?
Murakami: Con toda seguridad. Mientras mis músculos se volvían más fuertes más claro se volvía mi espíritu. Estoy convencido que los artistas que llevan una vida no saludable se consumen rápido. Jimi Hendrix, Jim Morrison, Janis Joplin fueron los heroes de mi juventud - murieron jóvenes a pesar de no haberselo ganado. A la muerte temprana se la ganan sólo los genios como Mozard o Puschkin. Jimi Hendrix era bueno pero no muy listo porque tomó drogas. La creación artística no es saludable, para compensar los artistas deberían vivir saludablemente.

Spiegel: ¿Puede usted aclarar eso?
Murakami: Cuando un escritor desarrolla una historia, se confronta a un veneno que está metido en él. Si tu no tienes ese veneno tu historia no tiene inspiración. Es como con el Fugu, el pez globo (llamado en español el puercoespín del mar), que es exepcionalmente sabroso, una maravilla, pero sus huevas, el higado y los intestinos pueden causar la muerte por envenenamiento. Mis historias se encuentran en mi conciencia, en un sitio obscuro, peligroso, yo siento el veneno en mi cuerpo pero puedo soportar una fuerte dosis porque poseo una un cuerpo fuerte. Cuando se es joven se tiene la fuerza suficiente para derrotar al veneno sin entrenamiento. Con 40 las fuerzas retroceden, tú no puedes entonces sobreponerte al veneno si vives insano.


Spiegel: J.D. Salinger tenía 32 años de edad cuando publico su única novela El guardian en el centeno ¿Era él muy débil para su veneno?
Murakami: Traduje el libro al japonés. Es muy bueno pero incompleto. La historia se vuelve cada vez más obscura y el protagonista no encuentra el camino para salir de ese mundo obscuro. Pienso que el mismo Salinger tampoco lo ha encontrado ¿si el deporte lo habría salvado? no lo sé.
...

(Viene aquí un fragmento que lo iré traduciendo en los próximos días)


Spiegel: Usted tiene 59 años de edad ¿cuantos años más quiere correr maratones?
Murakami: Hasta que mis pies me transporten ¿Sabe qué debe constar en la lápida de mi tumba?

Spiegel: Cuéntenoslo
Murakami: Por lo menos nunca fue a paso lento (o camino, contrapuesto al correr: Zumindest ist er nie gegangen)

Spiegel: Herr Murakami, le agradecemos mucho por esta conversación.



Maik Grossekathöfer, el entrevistador, graduado en literatura alemana y ciencias políticas, es redactor de la sección deportiva del semanrio Der Spiegel.


21.1.08

Robert Indiana



Un comentario publicado en el Frankfurter Allgemeine Zeitung el pasado septiembre, ilustrado con una foto inconfundible de su legendario número 6, me trajo a mientes su fantasma y el recuerdo de algunas de sus obras ojeadas en revistas y catálogos por el camino. Hasta antes de leer ese comentario, por la premura de empeños otros, las veces anteriores había relegado mi interés por esos trabajos para un día futuro que, como suele suceder con las lecturas pendientes, me llegó el rato menos pensado, justamente con esa nota de prensa aparecida en el FAZ que leí con gusto y desempolvó mi entusiasmo extraviado.

El motivo que provocaron esas palabras del periódico era obvio: una exposición de la obra de Indiana en el Museum Kurhaus Kleve, ubicado en esta ciudad alemana cercana a la frontera holandesa (del 26 de agosto 2007 al 6 de enero de 2008). Una muestra en verdad pequeña —resaltaba la nota—, en todo caso suficiente para alertar la atención de quienes devanan su interés alrededor del Pop Art, y repasan gustosamente esa estación artística modernísima que, por lo que se puede ver e intuir, se resiste a quedarse en los museos como reliquia y gusta dejarse apreciar de cuando en vez por las calles, como si nada, como seña o señuelo, refiriendo a capricho y autorefiriéndose sin pena, copiando, haciendo guiños, reproduciendo a mansalva y reproduciéndose sin vergüenza alguna por desportillar el aura de "la obra de arte" como lo hicieran en los sesentas y setentas sus creadores, con las referencias y los alegres planteamientos de entonces, o lo hacen hoy, con las referencias de esos años y de hoy, conectados a su lógica pero con instrumentos más fríos y escurridizos, más veloces y precisos, pulsos más jóvenes.

No sabía el septiembre pasado que era ese el inicio de una temporada cuyo centro iba a ser la obra de Robert Indiana. Desde el 20 de noviembre pasado esta abierta en Zúrich, en la Galerie Gmurzynka, una retrospectiva de sus trabajos (que prolonga esta misma galería en sus sucursales de Zug y St. Moritz), y desde este mismo día, una paleta de trabajos mucho más numerosos, pueden visitarlos el público, hasta el 20 de mayo 2008, en el Museum Wiesbaden, en Hessen, Alemania.

¿Qué me gusta de Indiana? su visión de las palabras en colores, la condensación de unas pocas en imágenes felices que se reproducen y copian sin perder valor y han terminado convirtiéndose en símbolos. Mucho dicen de la historia norteamericana del último medio siglo, pero, por esa fuerza condensatoria atrapada en sus motivos, dice más a quienes entablan diálogo con ese arte y escudriñan en las fuentes de su expresividad.

LOVE (pero también AMOR o su equivalente en chino mandarín) es una de sus palabras más reproducidas: desplegada sobre el lienzo o el papel, trenzada por dos o tres colores, o dispuesta como escultura en volúmenes y tamaños varios se dejan ver o leer en muchísimos sitios del planeta. Entre los muchos caminos que ha tomado el vocablo de cuatro letras (Bodoni Fond para cartel, según mis indagaciones) en su camino reproductivo es el de haber sido usada como símbolo por los movimientos pacifistas de los años sesenta, como estapilla de correos norteamericana o símbolo reciente de la Skateboard culture.

Desde el pasado noviembre me la encuentro a menudo, en al menos dos de sus formas: con luces, tras una ventana, alumbrando la noche temprana de quienes tomamos el tranvía en la Parade Platz, que es dónde está ubicada la galeria que exibe su obra; o, a doscientos metros de allí, en los jardines del Hotel Baur au Lac, donde se deja ver explendorosa como una fresca manzana, desde la calle que recorre el tranvía No. 5 que uso con frecuencia o la vereda que camino cuando prefiero ir a pie por el borde de la avenida paralela a esos jardines.

Pero en casa me ha servido de inspiración: desde la noche de Navidad, imbuido por su sencillez, empecé a pintarla y la ando regalando en versiones diminutas a mis amigos y parientes. Alejado de las lecturas gratas por otras igualmente interesantes pero nada literarias, resintiose mi tiempo libre y me abandonaron las ganas de escribir. La grave pabrita me salió al paso, para pintarla primero, y hoy, al menos de paso, para comentarla y exorcizar mi mutismo.

Esta tarde visité finalmente la Galerie Gmurzyska de Zúrich y me quedé allí largo tiempo mirando los trabajos de Indiana, los de los sesenta y los más recientes, que parten de los caracteres chinos o motivos propios de la cultura asiática (ya en los 60s Indiana hablaba de un Pop Art Asiático). Fui el único visitante en la galería ubicada en el centro financiero zuriqués. Repasando el catálogo doy con una foto del artista, anciano, irreconocible al compararlo con las imágenes que lo muestran en su apogeo. Sé que el artista asistió a la inaguración de la muestra (como también lo hicieran Michelle Pfeiffer y David Carradine, a quien la prensa local hizo una simpática entrevista, acompañada de una foto en la que el hombre apenas dejaba ver la energía que sus palabras mostraban; la impresión que me provocó es igual a que la que Indiana me da mientras contemplo una foto suya reciente tomada en su estudio de Maine) y que ello fue un acto de excepción, pues el artista no había regresado a Europa desde hace algunas décadas.

Bien por las obras escritas o pintadas que, impregnadas de intemporalidad y maneras caprichosas singulares, nos permiten a los viajeros del tiempo, a los que llegamos luego, que las contemplemos y contrastemos con lo que fluye y pasa sin cesar, para salvar, al menos mentalmente, lo que vale la pena retener, para señalar el camino y fijar puntos de orientación, siempre perentorios pero de todas formas referentes (si ello además se vende y pone en movimiento cantidades nada despreciables de dinero, energía y conocimientos, pues bien, sea en buena hora).

Robert Clarc, que es el nombre con el que Indiana fue bautizado al nacer el 13 de septiembre de 1928, en New Castle, Indiana, vive en la isla de Minalhaven, en Maine, y goza de buena salud. No lo ha dicho ello su médico, nos lo confirma sus coloridos vocablos, cifras y signos caligráficos chinos recientes.


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Wikipedia sobre Robert Indiana

Un abrazo ecuatoriano-mexicano

Por mero equilibrio es necesario contraponer pesos – para no dar un mal paso. Las relaciones diplomáticas de Ecuador y México están rotas de...