26.9.07

La Crónica: una revisión

Me sabrán disculpar por tener a esta ventana descuidada, con respiración artificial, a decir verdad. Las exigencias laborales, sociales y unas pocas más en las que uno pierde el tiempo a gusto, me alejan de mi escritorio. Pero ya pasa la ola de sobresaltos. El otoño ha sacado ya su cabeza. Han empezado a bajar las temperaturas y se aproxima el tiempo en el que es sumamente grato quedarse en casa recorriendo historias, siguiendo el rumbo de vidas ajenas, o momentos cristalizados, leyendo prensa y revistas infinitas o, desde luego, borroneando posts.

Hoy estaba por acá de paso, y estaba a punto de irme, pero no puedo hacerlo, no al menos con tranquilidad. Las circunstancias me lo obligan. No todos los días da uno de bruces con la claridad, con palabras despejadas y oportunas que vale la pena multiplicarlas. Se tratan de estas:

“A menudo me pregunto por qué los editores de diarios y periódicos latinoamericanos se empeñan en despreciar a sus lectores. O, mejor, en tratar de deshacerlos: en su desesperación por pelearles espacio a la radio y a la televisión, los editores latinoamericanos suelen pensar medios gráficos para una rara especie que ellos se inventaron: el lector que no lee. Es un problema: un lector se define por leer -y un lector que no lee es un ente confuso. Sin embargo nuestros bravos editores no tremulan ante la aparente contradicción: siguen adelante con sus páginas llenas de fotos, recuadros, infografías, dibujitos. Los carcome el miedo a la palabra escrita -y creen que es mejor pelear contra la tele con las armas de la tele, en lugar de usar las únicas armas que un texto no comparte: la escritura. Por eso, en general, les va como les va; por eso, en general, a nosotros también.”

“Una primera definición: la crónica es eso que nuestros periódicos hacen cada vez menos.”

...

Estas palabras las escribe Martín Caparrós en el prólogo de su libro “La Argentina crónica. Historias reales de un país al límite” — Catorce textos que, además de trazar el mapa urgente de un país "al límite", delimitan una nueva forma de entender el periodísmo desde una mirada despierta, valiente y comprometida, y una lectura de los hechos de la realidad que va mucho más allá de lo inmediato, anota su editor.

Y Caparrós continúa así:

“Me gusta la palabra crónica. Me gusta, para empezar, que en la palabra crónica aceche cronos, el tiempo. Siempre que alguien escribe escribe sobre el tiempo, pero la crónica -muy en particular- es un intento siempre fracasado de atrapar el tiempo en que uno vive. Su fracaso es una garantía: permite intentarlo una y otra vez -y fracasar e intentarlo de nuevo, y otra vez.”

Pues sí, este libro de crónicas y sobre la crónica, por lo que se lee en el prólogo —dispuesto aquí en su totalidad— apunta a un problema que aqueja a los periódicos del continente sudamericano, hechos de letras y discursos pero reacios a profundizarlos y difundir el género que mejor les representaría. Las razones para ello las plantea Caparrós en esta introducción. Y con ella la necesidad de hacernos cuanto antes de un ejemplar (por si les interesa, el quiosko está aquí).

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Otro modo de contar la realidad, de Maximiliano Tomas
Sobre Martín Caparros, por Alan Pauls

16.9.07

El ritmo es lo más importante...

Juana Libedinsk de la Nación entrevista a Haruki Murakami. En verdad nada nuevo trae ese texto sobre el escritor japonés pero vale la pena leer los comentarios que los lectores argentinos han hecho a ese texto y las versiones españolas de los libros del mago nipón.

14.9.07

Macedonio a Borges

A las demasiadas buenas cosas por leer que circulan en forma de libro, periódico, revista o, todas estas posibilidaes juntas en millonarios bytes por el cielo virtual, se le suma otra de igual calidad. Una nueva revista con contenidos de nuestro interés, ADN Cultura, de Diario La Nación de la Argentina. Variada y rica oferta es la que propone. Vale darse una vuelta. De allí, de la edición del día 11, he tomado esta carta de Macedonio Fernádez dirigida a Borges. No la conocía, y a quienes no conocían al autor, ella, en tan pocas líneas, muestra elocuentemente el originalísimo mundo de su autor.

Querido Jorge Luis:

Iré esta tarde y me quedaré a cenar si hay inconvenientes y estamos con ganas de trabajar. (Advertirás que las ganas de cenar las tengo aún con inconvenientes y sólo falta asegurarme las otras).

Tienes que disculparme no haber ido anoche. Soy tan distraído que iba para allá y en el camino me acuerdo de que me había quedado en casa. Estas distracciones frecuentes son una vergüenza y me olvido de avergonzarme también.

Estoy preocupado con la carta que ayer concluí y estampillé para vos; como te encontré antes de echarla al buzón tuve el aturdimiento de romperle el sobre y ponértela en el bolsillo: otra carta que por falta de dirección se habrá extraviado. Muchas de mis cartas no llegan, porque omito el sobre o las señas o el texto. Esto me tiene tan fastidiado que rogaría que se viniera a leer mi correspondencia en casa.

Su objeto es explicarle que si anoche vos y Pérez Ruiz en busca de Galíndez no dieron con la calle Coronda, debe ser creo, porque la han puesto presa para concluir con los asaltos que en ella se distribuían de continuo. A un español le robaron hasta la zeta, que tanto la necesitan para pronunciar la ese y aún para toser. Además, los asaltantes que prefieren esa calle por comodidad, quejáronse de que se la mantenía tan oscuro que escaseaba la luz para su trabajo y se veían forzados a asaltar de día, cuando debían descansar y dormir.

De modo que la calle Coronda antes era ésa y frecuentaba ese paraje, pero ahora es otra; creo que atiende al público de 10 a 4, seis horas. Lo más del tiempo lo pasa cruzada de veredas en algunas de las casas; quizá anoche estaba metida en lo de Galíndez: ese día le tocó a él vivir en la calle.

Es por turnos y éste es el de que yo me calle.

Macedonio Fernández

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MF en Wikipeidia
macedonio.net

2.9.07

Volver a los 39

“Hay más Bartlebys por centímetro cuadrado en la literatura latinoamericana actual de los que hubiera podido soñar Melville” destaca Margarita Valencia, gerente en Bogota de la Capital del libro 2007, el evento literario del año en lengua hispana concluido la semana pasada. “Los personajes literarios de Bogotá39 tienen miedo de conseguir un empleo o de no conseguirlo. Tienen miedo porque saben que la vida es difícil y no tienen sueños grandilocuentes donde refugiarse. Saben, asimismo, que toda situación es susceptible de empeorar y tienden, los más sabios, a la inmovilidad, con la esperanza de pasar desapercibidos” nos dice en un interesántisimo balance -Los asesinos prudentes, publicado en Semana de Bogota- de este encuentro de escritores, lectores, editores y personas todas que tienen que ver de alguna forma con el circuito comercial que recorre la novela y el libro de relatos, desde su concepción en la cabeza de un escriba hasta su producto final, el tomo que sostiene en sus manos el lector.

Como les habrá sucedido a muchos hasta antes de este encuentro, no todos los nombres de los escritores que allí acudieron me eran desconocidos. Había leído a unos pocos, con atención y admiración a cuatro de ellos; con curiosidad, gusto y ninguna sorpresa, a otros tantos. La mayoría de los convidados por tanto me era desconocida. No me será posible ponerme al día con sus escritos puesto que al juntarlos hacen todos un corpus al que habría que deicarle mucho tiempo, algo que no poseo. Por ello la valía del escrito-informe tejido por la Señora Valencia; de él saco un nombre que lo había escuchado -o leído- en otros entornos y vuelve a sonar de nuevo en esta oportunidad con encomio: el de Alejandro Zambra (Chile 1975), autor de amplia y variada producción con títulos como, Bonsái y La vida privada de los árboles, cuyos méritos la crítica ha sabido destacar.



Un abrazo ecuatoriano-mexicano

Por mero equilibrio es necesario contraponer pesos – para no dar un mal paso. Las relaciones diplomáticas de Ecuador y México están rotas de...