Me sabrán disculpar por tener a esta ventana descuidada, con respiración artificial, a decir verdad. Las exigencias laborales, sociales y unas pocas más en las que uno pierde el tiempo a gusto, me alejan de mi escritorio. Pero ya pasa la ola de sobresaltos. El otoño ha sacado ya su cabeza. Han empezado a bajar las temperaturas y se aproxima el tiempo en el que es sumamente grato quedarse en casa recorriendo historias, siguiendo el rumbo de vidas ajenas, o momentos cristalizados, leyendo prensa y revistas infinitas o, desde luego, borroneando posts.
Hoy estaba por acá de paso, y estaba a punto de irme, pero no puedo hacerlo, no al menos con tranquilidad. Las circunstancias me lo obligan. No todos los días da uno de bruces con la claridad, con palabras despejadas y oportunas que vale la pena multiplicarlas. Se tratan de estas:
“A menudo me pregunto por qué los editores de diarios y periódicos latinoamericanos se empeñan en despreciar a sus lectores. O, mejor, en tratar de deshacerlos: en su desesperación por pelearles espacio a la radio y a la televisión, los editores latinoamericanos suelen pensar medios gráficos para una rara especie que ellos se inventaron: el lector que no lee. Es un problema: un lector se define por leer -y un lector que no lee es un ente confuso. Sin embargo nuestros bravos editores no tremulan ante la aparente contradicción: siguen adelante con sus páginas llenas de fotos, recuadros, infografías, dibujitos. Los carcome el miedo a la palabra escrita -y creen que es mejor pelear contra la tele con las armas de la tele, en lugar de usar las únicas armas que un texto no comparte: la escritura. Por eso, en general, les va como les va; por eso, en general, a nosotros también.”
“Una primera definición: la crónica es eso que nuestros periódicos hacen cada vez menos.”
...
Estas palabras las escribe Martín Caparrós en el prólogo de su libro “La Argentina crónica. Historias reales de un país al límite” — Catorce textos que, además de trazar el mapa urgente de un país "al límite", delimitan una nueva forma de entender el periodísmo desde una mirada despierta, valiente y comprometida, y una lectura de los hechos de la realidad que va mucho más allá de lo inmediato, anota su editor.
Y Caparrós continúa así:
“Me gusta la palabra crónica. Me gusta, para empezar, que en la palabra crónica aceche cronos, el tiempo. Siempre que alguien escribe escribe sobre el tiempo, pero la crónica -muy en particular- es un intento siempre fracasado de atrapar el tiempo en que uno vive. Su fracaso es una garantía: permite intentarlo una y otra vez -y fracasar e intentarlo de nuevo, y otra vez.”
Pues sí, este libro de crónicas y sobre la crónica, por lo que se lee en el prólogo —dispuesto aquí en su totalidad— apunta a un problema que aqueja a los periódicos del continente sudamericano, hechos de letras y discursos pero reacios a profundizarlos y difundir el género que mejor les representaría. Las razones para ello las plantea Caparrós en esta introducción. Y con ella la necesidad de hacernos cuanto antes de un ejemplar (por si les interesa, el quiosko está aquí).
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Otro modo de contar la realidad, de Maximiliano Tomas
Sobre Martín Caparros, por Alan Pauls
26.9.07
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1 comentario:
Qué buenas reflexiones me encuentro acerca de la crónica y su drama en el presente.
Saludos.
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