14.7.25

Caravaggio en el Palazzo Barberini

Caravaggio volvió a Roma, y volvió para reafirmar su lugar central en el canon global. Veinticuatro obras dispersas por el mundo han sido reunidas en el Palazzo Barberini, sede de la Galleria Nazionale d'Arte Antica. La exposición, titulada simplemente Caravaggio 2025 —como una línea demarcatoria—, no es un homenaje más en la ya extensa lista de reconocimientos al artista en las últimas décadas. Lo que aquí se muestra es un gesto de implicaciones profundas para la historia del arte: un acto curatorial delicadamente calculado que nos recuerda el inicio de la mirada moderna, el arranque desde las sombras de una nueva forma de ver.

Durante mucho tiempo, Caravaggio fue un ausente en la historia oficial del arte. A diferencia de Rafael o Miguel Ángel, su nombre permaneció al margen, más asociado a su vida turbulenta que a su genio pictórico. Su fama permaneció en entredicho incluso hasta el siglo XIX. Solo a partir de 1951 —gracias al historiador Roberto Longhi, quien dirigió una exposición decisiva en Milán ese año— Caravaggio comenzó a recuperar el lugar que hoy ocupa como uno de los padres de la modernidad visual. Longhi lo dijo sin rodeos: “Caravaggio es el inicio de todo lo que importa en la pintura moderna”.
Caravaggio no buscó agradar. Buscó decir la verdad, aunque doliera. Sus santos sangrán. Sus vírgenes lloran como mujeres reales. Sus jóvenes seducen, dudan o esperan la muerte con una belleza feroz. Es el inventor del realismo moderno. Ver estas obras reunidas es entrar en una zona de contacto donde el arte ya no es consuelo ni decoro: es conflicto, cuerpo, duda. El claroscuro no es una técnica: es una filosofía de la visión. Ver a Caravaggio en Roma —y en el corazón del barroco romano— es asistir a una puesta en escena, un retorno al origen, una interrogación viva sobre lo que puede el arte.
Visitar la muestra ha sido una satisfacción, aunque también una pequeña odisea. Inaugurada el 7 de marzo, debía concluir hoy, 6 de julio, pero sin sorpresa veo que ha sido extendida hasta el 24 de este mes. A mediados de mayo ya no quedaban entradas disponibles (8 €), y para junio se habían agotado incluso las entradas para visita guiada (130 €).
El catálogo —a cargo de Francesca Cappelletti y Maria Cristina Terzaghi— es un trabajo visual admirable que va más allá del simple recuento de la exposición. Es, ante todo, una invitación a conocer al artista desde diversas perspectivas. En el quiosco del espacio expositivo encontré, para mi sorpresa, una selección de títulos de autores que se han acercado a Caravaggio desde el ensayo, la ficción o la poesía. Uno en nuestra lengua que puede sorprender: Muerte súbita, de Álvaro Enrigue.

Ahora, luego de ver su obra y repasarla, de leer cuanto he podido recabar ¿Cómo definir a este espíritu intranquilo y excepcional? Sin duda, dejándolo hablar de sí mismo:

Yo, Caravaggio: sangre, luz y tinieblas

Pinté con la rabia de quien sabe que la muerte respira en su nuca.

Nací bajo el nombre de Michelangelo Merisi en 1571, en ese lodazal de gloria y miseria que fue la Lombardía del Renacimiento tardío. A los trece años, ya sostenía el pincel como otros hombres empuñan un cuchillo. Milán, Roma, Nápoles, Malta —mis pasos fueron siempre huellas de fuga, mis obras, confesiones a gritos en la oscuridad.
Mi arte fue un crimen perfecto
Robé santos del cielo y los planté en las tabernas. Vestí a María con los harapos de una prostituta muerta en el Trastévere. A San Mateo lo senté entre tahúres con las uñas negras. Usé a muchachos de los burdeles como modelos para ángeles, ya mis enemigos los convertí en verdugos bíblicos. El claroscuro no era una técnica, era mi manera de interrogar al mundo.¿Dónde termina la carne y empieza el alma? Mis cuadros son la respuesta: No hay diferencia.
Maté y me mataron
En 1606, mi temperamento me condenó. La espada que siempre llevaba al cinto (sí, la misma que pinté en Santa Catalina) atravesó el vientre de Ranuccio Tomassoni en una calle romana. Fue duelo, no asesinato, pero la justicia no distingue. Desde entonces, fui un fantasma con manos de pintor: en Nápoles me destrozaron el rostro en una taberna, en Malta escapé de una mazmorra trepando por los muros como una rata. Muriendo ya, en 1610, corrió hacia un perdón papal que nunca llegó. Mi cadáver fue arrojado a una fosa común, como los mendigos que pinté.
Las películas que quisieron atrapar mi sombra
1. "Caravaggio" (Derek Jarman, 1986) – Jarman me convirtió en un poeta homosexual del siglo XX, perdido en su propio teatro barroco. Acierta al mostrarme como un alquimista que mezcla sangre y óleo, pero yerra al dulcificar mis demonios. Yo no era un romántico: era un animal acorralado que pintaba para no enloquecer.
2. "L'ombra di Caravaggio" (2024, Michele Placido) – Aquí al menos huele a sudor y vino agrio. El actor que me interpreta tiene mis ojos de fiera herida, y las escenas en Nápoles huelen a mar podrido. Pero ni el cine puede capturar mi verdad: nadie sobrevive a mis cuadros intactos.
Mi legado
Murieron mis huesos, no mi luz. Esa luz que tallé a golpes de pincel —cortante como navaja— sigue desnudando a los siglos. Hoy me llaman "padre del Barroco", "revolucionario del tenebrismo". Tonterías. Yo solo pinté lo que vi en el espejo cada mañana: el horror y lo sublimes fundidos en un mismo rostro.
A ustedes, espectadores del futuro, les digo: no me admiran. Témanme. Mis cuadros no cuelgan en museos: son ventanas por donde aún me escapo para preguntarles: ¿Hasta dónde serían capaces de llegar en nombre de la verdad?
(Firmado con sangre de minio y vino rancio, desde las tinieblas que nunca me devolvieron).
Nota: Las películas son sombras de sombras. Si quieren verme, miren Judith decapitando a Holofernes: allí estoy entero, entre la sangre que brota y el lienzo que la contiene.

Cioran se mira al espejo

Hoy, 20 de junio, suman veinte los años transcurridos de la muerte de Cioran, compañía amable cuando el sinsentido decide el camino. Al azar un fragmento de su libro La caída en el tiempo : "Emparentados con Dios, sería de mal gusto tratarlo como a un extraño sin tomar en cuenta que nuestra soledad, en una escala más modesta, evoca la suya". Hojeo los libros que tengo a mano, uno ya antiguo, comprado y leído por primera vez en Quito, el más reciente en Timisoara, Rumania, supatria.
Al paso, acabo de introducir en ChatGPT un Prompt calculado en el que solicita un texto en primera persona de Cioran y su lectura de Borges (hay un hermoso escrito al respecto en Ensayo sobre el pensamiento reaccionario ...). Pues bien, maravíllense, ¿no es cierto?
Nací en Rășinari, un rincón donde los bosques murmuran como si cargaran con siglos de desesperanza. Desde joven, el tedio me sedujo más que cualquier promesa de sentido. La filosofía, para mí, no fue una vocación sino una herida —y escribir, apenas una forma de sangrar con elegancia.
De todos los espíritus que he leído —y han sido muchos, con el hambre de quien busca consuelo donde sólo hay ceniza— pocos me provocaron esa mezcla de envidia serena y admiración perpleja como Borges. En él no hay ruido. Hay una lucidez que no necesita el abismo, porque lo contiene. Borges no desespera: juega. Con el infinito, con el tiempo, con la muerte. Yo, en cambio, no supe hacer otra cosa que gritar desde dentro.
Lo admiré, precisamente, por lo que me era imposible ser: él tenía la cortesía del pensamiento; Yo, su vómito. Si yo fui el testigo lúgubre del sentimiento, Borges fue su artífice irónico. Ambos sabíamos que todo es ficción, pero sólo uno supo narrarlo sin quebrarse.







 

9.8.24

Ver cine ecuatoriano

Diario El Universo nos recuerda que el 7 de agosto celebramos el día del cine ecuatoriano. La razón: han trancurrido cien años desde que un "jueves 7 de agosto de 1924, en los extintos teatros Edén y Colón de Guayaquil se colocaba en cartelera El tesoro de Atahualpa, del artista guayaquileño Agusto San Miguel, quien con tan solo 19 años marcaba lo que hoy es un hito para la industria local."

Aquí el artículo que nos conecta con las plataformas donde podemos encontrar films ecuas de distintas épocas y géneros. Vale la pena tener a mano estas puertas.

Aquí un resumén en Youtoube de la Historia del cine ecuatoriano hecha por Sebastián Borja.


21.4.24

Un abrazo ecuatoriano-mexicano

Por mero equilibrio es necesario contraponer pesos – para no dar un mal paso.

Las relaciones diplomáticas de Ecuador y México están rotas de momento. No sabemos cuando vuelvan a normalizarse. Por lo pronto se hacen muchas lecturas de las culpas y motivos de las acciones cometidas. El rompimiento traerá consecuencias sin duda. Sin embargo, en esto veo también un buen motivo para contraponer a los hechos políticos otros mucho más profundos y decidores: el de los libros que nos juntan y funden para siempre. De autores mexicas y ecuatorianos, de casas editoriales. Ideas y temperamentos, estéticas, lecturas y una rica y múltiple temática nacida de las letras. 

Por la coyuntura quiero destacar un nombre muy especial, el de Bolivar Echeverría (1941-2010), un ecuatoriano universal, quizá el único filósofo americano cuyos escritos se estudian en algunos países de Europa y Latinoamérica, así como en los EEUU. EL Vivió por muchos años en Ciudad de México, donde falleció en 2010. Su viuda, Raquel Serur Smeke, ha sido desde marzo de 2019 –hasta el pasado 8 de abril– la Embajadora de Mexico en Ecuador.

De la página web de la Frei Universität Berlin tomo esta introducción a una entrevista en que el filósofo aborda varios conceptos y temas que vale la pena considerar:

"Bolívar Echeverría nació en Riobamba (Ecuador). Obtuvo el título de Magister artium en Filosofía en la Freie Universität Berlin, después realiza una Maestría en economía y un doctorado en Filosofía en la Uiversidad Nacional Autónoma de México (UNAM). Desde 1988 es profesor titular de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM. Bolívar Echeverría es un gran pensador, filósofo, intelectual, teórico, escritor e investigador. Es un incansable viajero. Sus investigaciones recurrentes contemplan el permanente estudio de la obra de Marx, las teorías de la modernidad y del barroco latinoamericano."

Bolivar Echeverría en la LAI


30.3.24

Rumbo al infierno

Hoy desperté y sin dudarlo bajé inmediatamente a mi biblioteca, a buscar mi ejemplar de “La divina comedia”.
Antes, en el duermevela inminente al despertar recuerdos disímiles entrecruzaban sus formas y tiempos. Sí, es el día –pensé–, el peso de la conmemoración: “viernes santo”, por ello la confusión y la agilidad.
De esas visiones unas cuantas continuan dando vueltas. 

En una curso el tercer año de secundaria –en el plantel norte del colegio Maldonado, cerca del bosque de eucaliptos, malezas y lagartijas. El sol de la mañana entra por la ventana, el profesor Plaza –pequeño, de piel cobriza, corte de pelo y bigotes delineados con navaja, vestido de negro, animadamente da saltos leves de uno a otro lado del salón. Libro en mano nos habla de una frase que le sublima: “ni una gota de lluvia”. Se detiene en la figura literaria y procura que entremos en ella y admiremos su belleza. No lo logra pero insiste, deja de lado a Juan Ramón Jiménez y salta a otro nombre: Dante Alighiere.
Recuerdo hoy al profesor Plaza; también al profesor Guevara, “el melancólico”. Fue en sus clases que escuché por primera vez citar con animada admiración el nombre y la obra del poeta toscano. En Quito, en los años de la U arremetí varias veces sus páginas, sin éxito. La leería de verdad sólo muchos años después, en 2008, en Horgen, Suiza, entre el viernes 21 y el domingo 23 de marzo, centrado y concentrado. Desde entonces vuelvo a ellas según el ánimo y la necesidad. Hoy, siguiendo las instrucciones que el mismo poeta nos diera he vuelto a releer la primera parte de su “Divina comedia”. Lo he hecho parcialmente, como exigen ser leídas sus tres partes: hoy, viernes santo, los 34 Cantos de El Infierno. Mañana, sábado de Gloria, los 33 Cantos de El Purgatorio y, el domingo de resurrección, los 33 Cantos de El Paraíso.
Puesto que he recordado una escena de mi vida estudiantil, de paso, he recordado también a mis compañeros de entonces –con quienes hoy, en el presente, nos juntamos en un chat que alimentamos proporcionalmente con memes y pensamientos píos, saludos emotivos e ilustrativo porno de época. En ellos pienso y a ellos les alcanzo este catálogo del infierno dantesco para que empecemos a buscar puesto – o vislumbrar el que bien correspondería a cada uno de nosotros.
Entonces, vamos para allá, el infierno aguarda:
A la mitad del camino —Dante tiene casi 35 años en el poema—, apartado de la senda, perdido en una selva oscura, el toscano da de improviso con un fantasma de carne y hueso: Virgilio, el poeta latino, su salvación, quién, para preservarlo con vida, será su guía por el infierno, el purgatorio y el paraíso terrenal en un recorrido que dura tres días. Es el viernes santo 25 de marzo del año 1300.
Entonces la representación del universo era la de Tolomeo: un territorio plano e inmóvil en el centro del mundo rodeado de astros y planetas, incluido el sol. En este plano representativo Jerusalén está ubicado al norte, sobre el infierno que es un gran abismo dispuesto en círculos descendentes que conducen al centro del planeta donde habita Lucifer. En las antípodas de Jerusalén, al otro extremo, se ecuentra la gran montaña del purgatorio. Es decir, el infierno y el purgatorio dantescos son terrenales.
Nos encaminamos al descenso. Antes un cartel: "Dejad aquí toda esperanza los que entráis". Son nueve círculos los que vamos a recorrer;
- En el primero, el limbo, no hay tormentos, sólo suspiros que se pierden entre las tinieblas. Son los de las almas justas que murieron sin bautizo o sin conocer la verdadera fe religiosa.
- En el segundo el tormento lo sufren los que en vida fueron lujuriosos.
- En el tercero los condenados por gula.
- En el cuarto, equidistantes, los avaros y los pródigos.
- En el quinto, los dominados por la ira.
Entre tanto hemos decendido en las profundidades del infierno. Nos acercamos de a poco a los pecadores de categoría especial; así:
- En el sexto círculo nos encontramos con herejes y renegados, apóstatas y réprobos.
- En el séptimo a los que ejercieron violencia –contra el prójimo, contra sí mismos y contra Dios.
- En el octavo a los fraudulentos, clasificados en diez grupos: seductores, aduladores, simoníacos, adivinos, barateros, hipócritas , ladrones, malos consejeros, sembradores de escándalos y falsificadores.
- Finalmente el noveno, dispuesto para los traidores clasificados en cuatro grupos: los traidores a la familia, a la patria, a sus huéspedes y los traidores a quienes les hicieron el bien.
Esto por ahora. Continuará:

20.7.18

"Papers" para el olvido

Hace ya un par de décadas Gabriel Zaid publicó un libro muy interesante en el que abordaba, entre otros temas de reflexión, el problema relacionado con los papeles o documentos de trabajo investigativo (así llama el Banco central español a los working papers que producen sus investigadores). Los demasiados libros (1996) es el título de ese libro de Zaid. Una de las conclusiones a las que arribaba su autor era –recuerdo– que los estudiantes en las universidades que se iniciaban en la investigación y la paralela elaboración de papers, en ese entonces estaba más dedicados a la escritura que a la lectura. Escribir se había vuelto una obligación necesaria, caso se tenía en mente construirse una carrera académica. Había que alimentar el curriculum, robustecerlo con los temas posibles que dieran cuenta del porte del investigador y sus posibilidades expansivas. Había que escribir y escribir pues esa era la única manera de poner a prueba las potencialidades y mostralas ante los demás –de las capacidades de lectura y reflexión en relación con el medio, con el objeto de estudio aludido, poco importaba pues ello dejó de interesar a los organismos de control académico. He recordado esta lectura leyendo el texto adjunto publicado por Revista Ñ, en el que, más de dos décadas después, persiste esa tendencia a la que se suman ahora inconvenientes entonces no vislumbrados. El artículo está redactado desde la perspectiva argentina, es decir, dejando de lado elementos no incorporados a su tradición investigativa y sus relaciones con las grandes casa editoras de Journals (Elsevier, Routledge, Wiley, etc). Mientras hacía mi lectura he pensado en mis amigos y compañeros que publican regularmente en estos Journals, caracterizados por exigir incluso un pago a cambio para ser leídos (el pago lo cubre las instituciones en las que ellos laboran).

Hay distancias y la analogía no cuenta pero hay un hilo secreto que conecta esta práctica con el ahorro millonario extranjero que se hace en la banca suiza, que me es difícil no recordarlo en este punto: los depósitos que van más allá de los diez millones de francos deben pagar una tasa de interés para ser conservados en bóvedas helvéticas, es decir seguras y casi intocables por los vaivenes que atraviesan las demás monedas que se mueven a sus anchas en las principales bolsas de valores. Será que publicar en los Jourrnals de prestigio es una manera de preservar con visibilidad los trabajos académicos de importancia? ¿Será que publicar trabajos académicos de importancias en las plataformas Open resources invisibiliza a los trabajos, tengan o no relevancia?



Caravaggio en el Palazzo Barberini

Caravaggio volvió a Roma, y volvió para reafirmar su lugar central en el canon global. Veinticuatro obras dispersas por el mundo han sido re...