4.3.07

El orden de los grandes libros

¿Cuales son los libros que debería leer una persona joven para hacerse con un visión de las cosas lo más libre posible en un mundo plagado de prejuicios, fanatismo político, religioso, económico, de pragmatismo desmemoriado, de olvido irredento, en el que la capacidad de análisis, y la fuentes en el que este se apoya se vuelven turbias, incompletas o racionalmente parciales, eficaces pero imprecisas? ¿Qué características debería tener esa visión de las cosas en los jóvenes?¿En qué condiciones se deberían llevar a cabo esas lecturas?

Preguntas como las anteriores, o en todo caso cercanas al problema que ellas plantean, la educación intelectual de los jóvenes en un mundo fragmentado en el que las vidas se mueven a ritmo trepidante, rondan y han rondado entre mis inquietudes, intermitentemente, en mis diferentes edades. Con algunos amigos, sobre todo con los que son ahora padres de familia, hemos discurrido por el tema, y seguido por algunas de las muchas direcciones posibles, siempre, eso sí, de chanzas y en juego, que es como el aficionado se acerca a lo que no conoce de fondo y es como, para tranqulizarse, coloca puertas al campo.

He recordado esas tentativas en estos días, pues, revisando la NZZ Folio (la revista de temas mensual del diario zuriques NZZ) de diciembre pasado “¿Cuanta libertad soporta el ser humano?”, en el que se aborda este tema desde diferentes puntos de vista, niveles y contextos (ilustrados con fotos de Win Wenders), doy con un artículo firmado por Steffan Heuer que he leído gratamente y vuelto a leer con interrogación: El orden de los grandes libros.

No sabía hasta esta lectura que existe un centro de formación en el que los jóvenes aprenden exclusivamente a ser libres y responsables en el mundo siguiendo un plan de lo más sencillo: la lectura, es decir, el leer, discernir, argumentar y discutir con sus colegas alrededor de una lista determinada de libros, de cien títulos, que juntan lo mejor de occidente en su carrera por los siglos: desde Herodoto, Euclides, Aristóteles, Virgilio, Plutarco, Tomás de Aquino, Dante, Chaucer, Lutero, Rabelais, Bacon, Schakespeare, Galileo, Newton, Rousseau, Adam Smith, Kant, Mozart, Darwin, Hegel, Carlos Marx, Tolstoi, ..., otros más, hasta los últimos de la lista, los más jóvenes, dos del siglo pasado, Heidegger y Conrad.

La institución que forma a estos jóvenes con tan extraño método es el St. John’s College, ubicado en Santa Fe, New Mexico. Fue fundado en 1784 y, luego de sobreponerse a la crisis de 1929 en los USA, refundado en 1937. Desde entonces hasta la fecha, el programa de estudios, salvo mínimos cambios, es el mismo, la lectura reconcentrada de los cien títulos, viviendo en condiciones monacales, a lo largo de cuatro años, que es el tiempo que duran los estudios en este centro.

En el College los estudiantes no tiene acceso a internet, no deben seguir especialización alguna ni tienen que rendir exámenes y pruebas de revisión o finalización de carrera; en el centro no existe jerarquía académica ni se organizan en cursos sino en grupos de ocho estudiantes coordinados por un tutor. Cada año el college dispone de 900 plazas que siempre están copadas —a diferencia de otros centros de estudio de élite, como Harvard, donde son admitidos sólo el 11% de los solicitantes, el St. John’s College acepta al 85 %—. Los costos de un año de estudio ascienden a los 43.000 dólares.

Es simbólico el sello que caracteriza a la escuela: una corona que deja ver los siete libros de las artes liberales: gramática, retórica, lógica, aritmética, geometría, astronomía y música sobre los que se levanta una balanza que simboliza a la ciencia y una frase en latín que diría en nuestra lengua más o menos lo siguiente: Con ayuda de libros y ponderación hago de jóvenes ciudadanos libres.

Movido mi interés por la lista de los títulos que componen el programa de estudios del St. John’s College he consultado en mi biblioteca la que nos propone Harold Bloom en “El canon occidental” que publicara hacia 1994. Muchos de los libros que nos propone el crítico newyorkino están ya en la lista del St. John.


Como sucede con muchas cosas —que su realidad depende del cristal con que uno las mira—, sucede también con el Canón de Bloom y el catálogo del St.John: siendo estos tan exigentes, de agradecer y felicitarnos por el mero hecho de que existen, son sin embargo para un latinoamericano andino incompletos; uno hecha en falta en ellos visiones antiguas e indispensables para entender nuestra mirada del mundo, nuestro afan de libertad en el mundo (se me ocurren algunos nombres: Guamán Poma de Ayala, Bartolome de las Casas, Cieza de León, ... . Que les parece si me ayudan a esbozar un catálogo de alcance al de los arriba mencionados).


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Página del St. John's College
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