1.12.06

Durs Grünbein

¿El tobillo, el empeine, el pie verde por el golpe? La parte baja del empeine del pie izquierdo; no verde, más bien un confuso morado, entre azulino y rojizo sobre el tobillo interno. No es nada grave, apenas un golpe, apenas una molestia, si la recuerdo. La razón: una patada perdida en medio de un partido de fútbol de salón.

Lo juego cada jueves con mis compañeros de trabajo. Lo hago desde hace cuatro años, sobre el medio día, en la pausa del almuerzo, entre la una y las dos. Ese día dejo mi oficina a las 11.45 y regreso dos horas después, a las 13.45 o a las dos, fresco como una lechuga la mayoría de veces o, como ayer, de buen ánimo pero algo magullado. Este percance deportivo, sin ser en absoluto preocupate, cambió sin embargo mis planes previstos para ayer para la noche del jueves (para este viernes en la uni).

El hombre

Desde 1995, que es cuando dí por primera vez con su nombre en la prensa, a propósito de la concesión que se le hizo del George Büchner-Preis de ese año (uno de los más importantes en lengua alemana), sigo con atención los desplazamientos que comete Durs Grünbein libro a libro.

“Grauzone morgens. Gedichte”, un tomo de poemas publicado por Suhrkamp inicialmente en 1988 es para mí el referente más intenso que tengo de este poeta nacido en 1962 en Dresden, en la entonces Alemania del este (como Mi ciudad de porcelana, la distingue el poeta en un texto publicado en 2005, a propósito de los 60 años transcurridos desde el bombardeo a que fuera sometida por los aliados al final de la segunda guerra mundial).

Me hice con este librito en 1995 y, con más entusiasmo que conocimiento, me puse a traducir unos cuantos poemas que supuse aquella vez haber captado bien (dos textos que hacían referencia a dos poetas de nuestra lengua, Vallejo y García Lorca, me resultaron interesatísimos). Los poemas de este libro hablan de la ciudad y sus habitantes convertidos en anónimos cargados de madrugada y asombro, de rutina y energía obscura, que en algún momento de tan no poder asirse a sí misma ésta se vuelve resplandeciente. El libro que era un canto juvenil a la vida espectada y vivida, sugería de paso el trasfondo de una voz con preocupaciones otras, casi en desface con el vuelo que suponemos planea sobre la lírica contemporánea, buena y trabajada ciertamente, pero más preocupada en tender hilos con el presente y la memoria inmediata que con la antigüedad o las duras referencias de la modernidad. Grünbein ha asumido ese rol, se hizo cargo de esa mirada y desde entonces ha empezado a remontar la tradición de occidente con sus bordes tensos, sus puntos de fuego y fuga dispersos a lo largo de la historia y recreadas posteriormente por el poeta en libros siempre diversos con formas y tratamientos siempre otros.

Su último título es Antike Dispositionen (2005), un tomo con ensayos y textos cortos que hablan de las vidas de Heiner Müller y Nietzsche, de Seneca y Juvenal o un concurso de belleza en Caracas entre otras cosas y otras vidas. Su trepidante inquietud nos deja ver eleocuentemente su penúltima publicación, Berenice (2004) un libreto de opera, escrito a partir de textos de Edgar Allan Poe, para una composición de Johannes Maria Staudt que fuera puesta en escena en ese mismo año. Y poemas no faltan entre sus últimos trabajos, a decir verdad, epitafios, 33, Die Teuren Toten (los muertos caros), publicados en 2003. Y sigue la lista, sobre todo de colecciones de poemas.


Las señas

En 1995 conocí en Zurich al poeta y traductor español Jaime Siles. Una amiga común nos puso en contacto; nos hablamos por teléfono -el poeta residía entonces en Sant Gallen, en cuya universidad impartía clases- y quedamos de acuerdo para hacerle una entrevista que se publicó posteriormente en Eskeletra, en 1996. Cuando nos encontramos y despachamos la entrevista de marras, en un restaurant de la estación central de Zurich, conversamos luego, como siempre que se dan esas situaciones, de lo que gusta a cada uno —entonces era Tabucci la novedad, y la recurrencia Pessoa, su obra y las traducciones hechas al español por su amigo Ángel Crespo. Conversamos de Grünbein —a quien no conocía—, de Heiner Müller —a quien sí conocía— y de su teatro que lo llevaría alguna vez hasta los Andes ecuatorianos (La máquina Hamlet).
De vuelta en Quito, en 1997, leyendo Letra internacional, dí con un manojo de poemas de Durs Grünbein traducidos por Jaime Siles. Me alegró leer sus traducciones pues el poeta valenciano, filólogo y traductor de poesía posee una base de conocimientos lingüísticos en cinco lenguas poco común. Un mes más tarde recibí una carta del poeta agradeciéndome por haberle sugerido leer la obra del alemán a quien había empezado a leer con deslumbramiento y a traducirlo con no pocas dificultades. En todo caso, me dije mientras leía la carta, nada comparables con las que me salieron a mi al paso mientras intentaba descifrar los sentidos paralelos posibles que tiene cada poema del poeta alemán.

La cita perdida

El municipio de la ciudad de Zurich y el departamento de Germanística de la Universidad suelen organizar las Zürcher Poetikvorlesungen (lecciones poéticas zuriquesas) al inicio de cada semestre de invierno. A estas clases, para el público en general y para estudiantes en especial, que se dan una vez cada siete días, por tres semanas seguidas, suelen venir invitados poetas y escritores de prestigio en lengua alemana (en el 99 estuvo por ejemplo W. G. Sebald). Suelen organizarse alrededor de temas propuestos por los mismos autores. Las de este año, tuvieron como invitado a Dürs Grünbein quien no sólo puso un título y un subtítulo al ciclo poético sino también a cada una de las lecciones. Así, y en ese orden, el ciclo: Alegre edad de hielo (tres meditaciones cartesianas). La del jueves 9 de noviembre en el museo de literatura (y el viernes en la universidad) trató el tema: Sin un yo puro (o si se quiere, No hay un yo puro); la del 23 (y al siguiente día en la uni), La escuela del mirar; y la del 30 (hoy en la uni): Tema para un cerebro obediente.

Asistí sólo a la clase del viernes 10 de noviembre, en la uni, cuyo horario cuadró con mi agenda. No pude asistir a la del 23 ni a la del 24. Tenía planeado ir ayer por la noche pero, después de un golpe en el tobillo interno del pie izquierdo, cartesianamente, decidí no ir y aprovechar ese tiempo para quedarme en casa y leer en tranquilidad a Grünbein (literalmente, pie verde).

Como sucede con no pocos autores de enjundia y alcance universal que en sus lenguas respectivas, consecuentemente, son objeto de admiración y estudio pero se los desconoce en otras por ser poco propicios para la difusión o quiza por falta de atención, sucede con la obra de Grünbein, cuyos libros, de manera casi inexplicable apenas son percibidos fuera de su entorno germano. Si no el destino, puede que sea ese el ritmo de los poetas, de las obras de los poetas que por la vía lactea transcurren a paso de tortuga. A paso firme en todo caso -a pesar de tener un pie verde en el nombre.

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Un texto de D. Grünbein sobre Berlin
Poemas de D. Grünbein en español

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