Por costumbre suelo echar un vistazo a las páginas de opinión de los tres principales diarios ecuatorianos. Los sábados o domingos también al suplemento ARTES del diario La Hora. Allí encuentro de vez en vez gratos artículos que me informan y parecerían perpetuar un diálogo con los quehaceres de la creación, los percances o rumores que la “suave patria” provoca; así por ejemplo, he leído con agradecimiento sobre cine y video ecuatorianos, artículos firmados por un señor llamado Juan Pablo Castro Rodas —lo supongo un gran observador de películas y, sin duda, buen escritor: expone, argumenta, deja ver con su prosa reflexiva, las escenas y procesos por los que el cine nacional va abriendose camino. No conozco a este señor ni lo he leído jamas en otro sitio que en ARTES.
Agradezco así también, los comentarios mensuales de Edgar Freire sobre las publicaciones diversas que se hacen en El Ecuador. Esa información es muy apreciada por mí, pues, si no fuese por ese canal, no podría conseguirla en sitio alguno —incluso si viviera en Quito—. Desde luego que Edgar en sus notas, mientras informa, bordea peligrosamente uno de los abismos de la escritura ecuatoriana: la moralina, el enunciamiento rápido de la sombra de un problema y no al problema en sí, trocando afecto por razones, barruntando más con desconfianza que con olfato y lógica. De todas formas sus textos se dejan leer y el lector tiene la oportunidad de discrepar o corroborar con algunos de los apuntes que éstos destacan.
En el suplento ARTES de La Hora uno puede encontrar de cuando en cuando textos cuya lectura es de agradecer. Sin embargo, lo que nunca falta en cada edición dominical, son los artículos de dos señores inmamables, cuyas maneras de abordar los temas, con disciplina inmejorable, muestran concentradamente las taras literarias que parecen no sólo asolar sino cultivarse en el reino de Quito (bombos y platillos). Los textos de estos señores escabullen sin pestañear los temas que ellos mismos plantean. Es esto lo que me llama la atención puesto que funciona como una metáfora todo terreno de lo que le pasa al país: meterse a realizar cosas de las que no se tienen idea alguna pero se supone que son siempre improvisables —con un poco de talento se puede hacer ello pero, incluso así, ¡no con lo que se desconoce!—. Estos señores, sin embargo, lo hacen y, por lo que muestran, terminan conmovidos de sí mismos. Supongo que ellos, en sus adentros deben considerarse los salvadores de una tradición cultural universal, ardua de escarbar, sin embarago, accesible al populus —nosotros— gracias a su intermediación.
Este rapaz comentario habría ganado soltura si lo hubiese trenzado con un tono burlesco. No ha sido posible, pues, me doy cuenta que el ánimo no siempre se deja moldear. Me cabrié un poco, antes de empezar esta notita. Pero valió la pena, ello me abrió a la risotada, a la que probablemente también ustedes se den luego de leer el siguiente fragmento tomado de La Hora del 19 de marzo. No les quito más el tiempo.
Arte, pureza y lecciones Dos libros de féminas y uno de caballeros
Tres Libros nos acompañan hoy. Dos escritos por mujeres y uno, de autores hombres, sobre una Fémina, Gloriosa y Bella. Quito. Creación pura y simple los tres. Creación, palabra Hembra. Igual, que Literatura y Arquitectura. Hembras. Arte. Procesos de gestación completos y distintos. Páginas abiertas. Piernas abiertas. Surcos Abiertos. Agua. Sangre. Tierra. Humedad. Vida. Muerte. Hembras. Un trío de libros afines. Vienen de la mente. Hembra. De la pluma. Hembra. De la fotografía. Hembra. Escritoras y Autores, que de ellas también vienen. De las Hembras. Madres. Todo un conjunto de naturalezas. Hembras. Nos reúnen hoy, para disfrutar. De la lectura. Hembra. De obras particulares y distintas, que convergen en esta página. Hembra. Que complementa un servidor. Barón, para empatar el círculo. Tres a tres.Escritoras y ciudad, tres. Autores y comentarista, tres. Fundidos ahora en la Revista. Hembra. En este instante, detenidos en el tiempo. Hoy mismo que usted nos lee. Varón o Hembra.